jueves, 26 de junio de 2014

Crisis de fe (VIII)



El cuarto de los nueve tanques juggernaut había aparecido en la distancia cuando la escuadra de Lhagva salió de su transporte en el primero de los tres vehículos de armazón-A de la fuerza de ataque.

El armazón-A era un aparato sencillo que, según le habían dicho a Lhagva, había sido adoptado de otro de los mundos liberados por Thrawn. Su estructura se parecía mucho a un perchero plegable en forma de A, con ruedas, como los que había visto siendo empujados o arrastrados por las ajetreadas aceras del distrito comercial de su propia ciudad natal. Sin embargo, el armazón-A era mucho más robusto que eso, con ruedas mucho más grandes, un blaster de repetición pesado E-Web/M montado en la parte superior, un motor en el centro, y suficiente espacio a cada lado para que cinco soldados de asalto estuvieran de pie, mirando hacia el exterior. Con el par de estrechos asientos en la sección central para el conductor y el artillero, el vehículo podía transportar una escuadra completa de soldados de asalto de forma rápida y eficiente por terreno medianamente irregular.

La pega, en la que Lhagva siempre pensaba cuando montaba en una de esas cosas, era que también dejaba a los miembros de la escuadra apiñados unos con otros y por tanto vulnerables a una emboscada.

Pero hasta ahora el enemigo no había dado semejante paso. Las casas junto a las que pasaban los tres armazones-A no mostraban signos de vida, ni siquiera la ocasional mirada furtiva de un rostro curioso por ninguna de las ventanas. Aparentemente, todos los Obreros estaban fuera de la ciudad, como era habitual a esa hora de la mañana, trabajando en los campos, bosques y minas que se extendían más allá de la zona urbana.

Y en cuanto a los Soldados, la mayoría de los que Lhagva podía ver desde su posición estaban reunidos en grupos a lo largo del camino previsto de los juggernauts, unos cientos de metros al norte. Daban la espalda a los armazones-A que se acercaban, sin dar muestras siquiera de que tres escuadras de soldados de asalto se acercaban a ellos por el sur. Era como si Thrawn hubiera engañado por completo a Nuso Esva y a la Reina de los Rojos.

Lhagva no creyó en ello ni por un instante.

-Preparaos, soldados –exclamó desde el asiento del artillero del armazón-A-. Las cosas están a punto de calentarse.

Lhagva miró brevemente hacia arriba. Habían llegado al círculo exterior de los hogares de los Midli, y sobre ellos el cielo se había vuelto oscuro y tembloroso al pasar bajo el borde del nuevo trazado de paraguas de escudo de la ciudad. A partir de ese punto, los TIEs del comandante Fel serían incapaces de proporcionar ninguna clase de fuego de cobertura a los soldados de asalto.

Agarrando firmemente su rifle bláster BlasTech E-11, Lhagva volvió su atención a las casas y las zonas abiertas a su lado del armazón-A. Sabía que, fueran cuales fuesen los planes de Nuso Esva, la batalla estaba a punto de comenzar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario