Semejantes en la distancia
Kathy Tyers
La teniente Gayla Riemann mantuvo ambas manos
enguantadas firmes en los controles de su ala-X mientras se zambullía en la
atmósfera de Bakura. El paisaje verde y dorado bajo ella insinuaba innumerables
zonas boscosas, y especies voladoras, planeadoras y terrestres con las que
jamás había soñado. Obviamente, el Imperio no llevaba mucho tiempo allí.
En la mente de Gayla Riemann, la batalla era una
nueva forma de arte, efímeramente visible, y se regocijaba luchando contra el
Imperio. Apenas pudo creer sus órdenes cuando se dirigieron a Bakura, para
ayudar a un gobernador imperial... aunque ese enemigo alienígena parecía
incluso más despiadado que el Imperio. Después del ataque inicial, había pasado
su turno a bordo del Frenesí¸
realizando un boceto aquí, dibujando un trazo allá.
Pero el propio Bakura era un mundo aún húmedo con las
pinceladas del Gran Pintor.
Allí –justo bajo ella- un pequeño deslizador civil volaba
rápidamente tratando de realizar una extracción. Varios deslizadores militares le
pisaban los talones. Concentrándose en su tarea, Gayla miró sus instrumentos y
sonrió. El comandante Skywalker había anticipado su curso de intercepción hasta
el mínimo detalle de elevación, grado de latitud, minutos y segundos. Ella y su
compañero de ala se mantenían en silencio mientras descendían; el factor
sorpresa era esencial. No disparéis a menos que debáis hacerlo, había ordenado
el comandante Skywalker. Apreciaba su estilo de mando empático tanto como su
asombrosa reputación.
Un imperial disparó y falló. El piloto del pequeño
deslizador sacudió el vehículo salvajemente, obligándolo a realizar una increíble
maniobra. Ese rebelde era bueno. Muy bueno. Sólo necesitaba un poco de ayuda
desde arriba. A la sombra, si fuera posible...
Fijó un imperial en su punto de mira. Si lo
derribaba, la explosión podría alcanzar a sus compañeros...
El pequeño deslizador civil levantó el morro. Su
piloto trataba de ganar altitud.
Ahora.
Gayla pulsó su comunicador, presintonizado en la frecuencia Inter-escuadra
Local.
-Buenos días ahí abajo –saludó a los imperiales. ¿Veis lo que puedo hacer?
Se dispersaron como peces asustados. Gayla lanzó un
suave suspiro. Odiaba destruir cualquier cosa, o a cualquier persona.
El deslizador civil descendió planeando por un
arroyo de drenaje hacia un ancho río. Gayla aminoró a poco más de punto muerto
y con un balanceo se colocó a su lado, escoltándolo con el mismo respeto que si
fuera un crucero calamariano. Entonces miró por la ventanilla a sus colegas
rebeldes. El piloto y su pasajero estaban tan cerca que podía ver sus rostros...
¿El general Solo? ¿La princesa-senadora Organa? ¡No
era de extrañar que el comandante Skywalker hubiera pedido la ayuda del Frenesí!
Esa mujer también había perdido un hermoso planeta
natal... en un abrir y cerrar de ojos. El Imperio había tardado una década en
expoliar Aldraig IV. Ojos intensamente
expresivos, observó Gayla. Ha
aprendido a no mostrar miedo. Debería hacer un boceto de ella antes de que
olvide ese ceño fruncido con rabia...
El ceño fruncido se relajó. La princesa-senadora
Organa saludó con la mano. Golpeada por un sentimiento de afinidad, Gayla
devolvió el saludo.
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