jueves, 24 de septiembre de 2015

Semejantes en la distancia

Semejantes en la distancia
Kathy Tyers

La teniente Gayla Riemann mantuvo ambas manos enguantadas firmes en los controles de su ala-X mientras se zambullía en la atmósfera de Bakura. El paisaje verde y dorado bajo ella insinuaba innumerables zonas boscosas, y especies voladoras, planeadoras y terrestres con las que jamás había soñado. Obviamente, el Imperio no llevaba mucho tiempo allí.
En la mente de Gayla Riemann, la batalla era una nueva forma de arte, efímeramente visible, y se regocijaba luchando contra el Imperio. Apenas pudo creer sus órdenes cuando se dirigieron a Bakura, para ayudar a un gobernador imperial... aunque ese enemigo alienígena parecía incluso más despiadado que el Imperio. Después del ataque inicial, había pasado su turno a bordo del Frenesí¸ realizando un boceto aquí, dibujando un trazo allá.
Pero el propio Bakura era un mundo aún húmedo con las pinceladas del Gran Pintor.
Allí –justo bajo ella- un pequeño deslizador civil volaba rápidamente tratando de realizar una extracción. Varios deslizadores militares le pisaban los talones. Concentrándose en su tarea, Gayla miró sus instrumentos y sonrió. El comandante Skywalker había anticipado su curso de intercepción hasta el mínimo detalle de elevación, grado de latitud, minutos y segundos. Ella y su compañero de ala se mantenían en silencio mientras descendían; el factor sorpresa era esencial. No disparéis a menos que debáis hacerlo, había ordenado el comandante Skywalker. Apreciaba su estilo de mando empático tanto como su asombrosa reputación.
Un imperial disparó y falló. El piloto del pequeño deslizador sacudió el vehículo salvajemente, obligándolo a realizar una increíble maniobra. Ese rebelde era bueno. Muy bueno. Sólo necesitaba un poco de ayuda desde arriba. A la sombra, si fuera posible...
Fijó un imperial en su punto de mira. Si lo derribaba, la explosión podría alcanzar a sus compañeros...
El pequeño deslizador civil levantó el morro. Su piloto trataba de ganar altitud.
Ahora. Gayla pulsó su comunicador, presintonizado en la frecuencia Inter-escuadra Local.
-Buenos días ahí abajo –saludó a los imperiales. ¿Veis lo que puedo hacer?
Se dispersaron como peces asustados. Gayla lanzó un suave suspiro. Odiaba destruir cualquier cosa, o a cualquier persona.
El deslizador civil descendió planeando por un arroyo de drenaje hacia un ancho río. Gayla aminoró a poco más de punto muerto y con un balanceo se colocó a su lado, escoltándolo con el mismo respeto que si fuera un crucero calamariano. Entonces miró por la ventanilla a sus colegas rebeldes. El piloto y su pasajero estaban tan cerca que podía ver sus rostros...
¿El general Solo? ¿La princesa-senadora Organa? ¡No era de extrañar que el comandante Skywalker hubiera pedido la ayuda del Frenesí!
Esa mujer también había perdido un hermoso planeta natal... en un abrir y cerrar de ojos. El Imperio había tardado una década en expoliar Aldraig IV. Ojos intensamente expresivos, observó Gayla. Ha aprendido a no mostrar miedo. Debería hacer un boceto de ella antes de que olvide ese ceño fruncido con rabia...
El ceño fruncido se relajó. La princesa-senadora Organa saludó con la mano. Golpeada por un sentimiento de afinidad, Gayla devolvió el saludo.

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