jueves, 10 de septiembre de 2015

Salida apresurada


Salida apresurada
Peter Schweighofer

To’iir y Liadden, su aprendiza de contrabandista, estaban sentados en uno de los lujosos divanes de los aposentos de Rithgar. El jefe del puerto clandestino de Kothlis les había invitado a su cámara, ostentosamente decorada, para tomar un trago y hablar de las últimas noticias de sus colegas contrabandistas.
To’iir, con sus colas craneales enrolladas con aire casual sobre su hombro, bebía a sorbos su caffa caliente. Liadden, más audaz que su anciano mentor, había pedido a su anfitrión que le preparara un llameante. Rithgar lo sirvió en un cáliz de cristal digno de una reina, sobre una bandeja de plata con un grabado de runas antiguas. Toda la cámara de la cueva estaba repleta hasta arriba con piezas de botín; incluyendo un antiguo tapiz de Alderaan, unas cuantas mullidas alfombras wroonianas, mesas bajas de madera greel tallada, e incluso un exquisito candelabro de lámparas de aceite de Xaza IV. Era difícil de creer que fuera un puerto clandestino de contrabandistas. La puerta blindada abierta hacia la zona de mando de Rithgar mostraba pantallas de ordenador y escáneres de sensores que monitorizaban la actividad en el sistema. Al viejo pirata le gustaba su lujoso botín, pero también sabía cómo dirigir su puerto clandestino.
Liadden se movía nerviosamente con impaciencia. Ya habían repostado se carguero, el Setenta y Siete Estrellas, y habían recibido algunas piezas de repuesto a cambio de parte del contenido de su nave. Y aun así su anciano mentor había insistido en socializar con su anfitrión, quien se inclinaba sobre las cajas llenas con su colección privada de bebidas, acariciándose su desaliñada barba, y estallando de vez en cuando en carcajadas de pirata.
-Tengo entendido que ese moff imperial sigue aún tras vosotros por ese pequeño truco que realizasteis –dijo Rithgar-. Eso es lo que consigues por contratar a niños para ayudarte a pilotar ese cubo oxidado al que llamas carguero estelas.
-Es rápida –dijo To’iir-. Nunca ha estado mejor.
-¿A quién te refieres? –dijo Rithgar entre risas-. ¿A la nave o a la chica? ¡Ja, ja!
El otro visitante en los acogedores aposentos de Rithgar era un twi’lek más joven que se relajaba en la silla auto-ajustable frente a To’iir y Liadden. Se había presentado como Tru’eb, Hasta ese momento no había dicho nada, permaneciendo sentado en silencio y soltando de vez en cuando risitas para sí mismo, sin duda debido a la conversación que se desarrollaba ante él. Tal vez él tuviera algo que ver con la insistencia de To’iir en quedarse y relacionarse.
-Y tú, mi silencioso amigo –dijo Rithgar entre risitas, mirando a Tru’eb-. ¿Cómo van las cosas con tu novia?
-¿Te refieres a mi nave o a mi antigua socia? –preguntó fríamente, tomando un sorbo de alguna clase de bebida espumosa azul.
Rithgar se limitó a soltar una franca carcajada.
-La Estrella Luudriana está bien –dijo el otro Twi’lek-. Platt también está bien. Se dedica a pasar ryll de contrabando de Ryloth al Sector Corporativo.
-¿El Sector está despejado, o hay dificultades? –preguntó con calma To’iir.
-Platt puede arreglárselas –respondió Tru’eb. Liadden advirtió que sus colas craneales se movían, probablemente ampliando el comentario de forma que sólo To’iir pudiera entenderlo. También advirtió el gesto de las colas craneales de su mentor, un movimiento que ella había llegado a interpretar como un comentario de reconocimiento.
-¿Alguna otra noticia interesante? –preguntó To’iir.
-Bettle y Jaxa aún andan a la greña –dijo Tru’eb-. Nada serio, estoy seguro. Nada Synnt está sacando partido de la escasez de materias primas. Roarke sigue metiéndose en líos.
Con cada comentario, Liadden notaba que las colas craneales del twi’lek se movían... y las de To’iir se movían en respuesta. En esa conversación se estaban diciendo muchas más cosas que lo que se hablaba en voz alta.
Entonces Liadden comprendió. Para To’iir, esto no era una simple parada de repostaje; era una visita de obtención de información. Tru’eb, allí presente, era otro contrabandista, y estaban intercambiándose notas. Algunas eran para que las oyeran los demás, y otros comentarios eran sólo para To’iir. Liadden había escuchado rumores de que los bothanos tenían intereses en ese puerto clandestino, y se preguntó si la conversación secreta de los twi’leks era una precaución.
Rithgar se volvió hacia la puerta del centro de mando en respuesta a un pitido intermitente que procedía del ordenador de sensores.
-¡Por los Anillos de Fuego de Fornax! –maldijo. To’iir y Liadden se levantaron simultáneamente mientras Tru’eb depositaba lentamente su bebida en la mesa baja-. Los sensores detectan algo grande... una nave imperial... ¡Un Destructor Estelar clase Super y naves de apoyo!
Cuando Liadden se volvió hacia su mentor, él ya estaba recogiendo sus cosas. Tru’eb se detuvo un instante en su apresurada carrera hacia la puerta, sin duda en dirección a su nave.
-Ma-allesh, amigo –dijo. To’iir le devolvió el saludo con la cabeza, y entonces Tru’eb desapareció en los pasillos de roca que comunicaban con las bahías de atraque del puerto clandestino.
-Ven, jovencita –dijo To’iir, tomándola de la mano-. Salida apresurada. Problemas imperiales no son buenos... no ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario