Piso franco
Besh
Peter
Schweighofer
Koth Melan aguardaba en la esquina oscura, con un
guardaespaldas bothano fuertemente armado a cada lado. Uno de ellos presionó el
pequeño receptor alojado en su oreja, y susurró:
-Afirmativo, SecOps Cinco. –Se volvió hacia Koth-.
El otro lado de la esquina está despejado.
Siguiendo al guardia principal, Koth dobló la
esquina, desenfundando su pequeño bláster de mano. Los guardaespaldas ya tenían
sus armas listas. Incluso a tan poca distancia del piso franco Besh, podía
haber problemas.
El guardaespaldas que iba en cabeza alzó la mano
para detener al grupo. Koth advirtió que el pelaje del guardia se erizaba
bruscamente: “precaución”. Se volvió hacia Koth.
-SecOps Siete ha encontrado algo en la compuerta –susurró-.
SecOps Cuatro, acude en su ayuda, posible situación de explosivos.
Koth se quedó helado. Si había una granada o
incluso un bloque de detonita, se limitaría a hacer volar la compuerta y
mataría a SecOps Cuatro y Siete. Pero si era algo mayor –como un detonador
termal conectado al mecanismo del código de cierre de seguridad de la
compuerta- se llevaría a todos por delante.
El pelaje del guardaespaldas de Koth se relajó al
recibir otro mensaje de SecOps Siete susurrado a través del comunicador. Dio la
señal de todo despejado, y continuaron por el callejón, doblaron dos esquinas
más, y se encontraron con uno de los operativos junto a la compuerta. SecOps
Cuatro ya había entrado por ella y estaba registrando el interior del piso
franco Besh. SecOps Siete le pasó a Koth un panfleto de flexiplast.
-No pasa nada –dijo-. Ya lo hemos examinado en
busca de venenos de contacto, dispositivos electrónicos y bordes afilados.
Koth leyó las letras impresas en la hoja, que casi
brillaban con luz propia. “Repulsores de Ocasión de Khzam el Loco: Los robamos
y los vendemos.” Dejó caer el folleto, con el pelaje erizado de irritación, y
miró a SecOps Siete.
-Buen trabajo –dijo Koth-. Nunca se es demasiado
cuidadoso. Y que alguien limpie la basura.
SecOps Cuatro dio la señal de “todo despejado”
desde el interior.
-Procedamos –ordenó Koth.
SecOps Siete entró en el piso franco, y luego hizo
una seña a Koth para que le siguiera. Dos guardaespaldas permanecieron en el
exterior mientras la compuerta se cerraba tras él.
-¿Puedo servirle algo, señor? –preguntó SecOps
Siete.
-Sí, hay algo de tovash gruviano en el armario de allí
–respondió Koth. SecOps Cuatro ya estaba preparando el fuego en la chimenea.
Koth guardó su bláster de mano en su funda oculta y se acomodó en el diván
junto al fuego-. Por fin en casa.
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