miércoles, 9 de septiembre de 2015

Fuera de la ecuación

Fuera de la ecuación
Peter Schweighofer

La cabeza de Snoova volvió a dar vueltas. Los recuerdos regresaron vagamente a su dolorido cráneo. Acababa de terminar una reunión con Asteria, algo sobre una recompensa por un trabajo de rutina. Fue justo en el exterior de su mansión fortificada cuando saltaron sobre él; seis matones con picas aturdidoras y bastones de choque. Recordaba haber pegado un buen tajo a uno de ellos. Debía de haber más en las sombras del callejón, porque sintió el picotazo de proyectiles tranquilizantes. Entonces la calle se puso del revés y se desmayó.
El wookiee meneó la cabeza, más vigorosamente esta vez, y examinó la celda a su alrededor. No era demasiado grande; de hecho, cuando por fin recuperara el equilibrio, Snoova estaba seguro de que ni siquiera podría ponerse de pie en ella. En ese instante, no podía ni estirar las piernas en el suelo. La puerta reforzada junto a sus pies tenía un pequeño ventanuco de transpariacero cerca de la parte superior, donde ocasionalmente captaba el destello de un rostro borroso observándole. Trató de levantarse, pero descubrió que era ligeramente difícil sin usar los brazos...
Snoova necesitó un tiempo para darse cuenta de que sus brazos colgaban por encima de él, con las muñecas esposadas con un grillete metálico sujeto al muro con un pesado eslabón de duracero. Gruesas manoplas metálicas le cerraban las manos en forma de puño para que no pudiera extender sus garras. Para asegurarse de que no usara las manoplas como armas, habían sido encadenadas entre sí y sujetas a la pared metálica de la celda. Trató de romper las cadenas con sus brazos, y luego dio unos cuantos fuertes tirones para intentar arrancar el eslabón sujeto a la pared, pero sin éxito. Cuando más se aclaraba la mente de Snoova, menos le gustaba su situación.
La puerta de la celda se abrió finalmente haciéndose a un lado, después de que varios mecanismos de cierre hubieron pitado y chasqueado al desbloquearse. Nadie entró –apenas había espacio- pero Snoova distinguió una figura de pie en el umbral, un twi’lek de avanzada edad y bastante sereno, vestido con llamativas ropas y joyas. Detrás del twi’lek había varios guardias de otras especies alienígenas, todos ellos blandiendo zumbantes picas aturdidoras. Los guardias parecían ansiosos por soltarle descargas.
El twi’lek se aclaró la garganta y habló:
-Por favor, acepta mis más humildes disculpas por el trato que se te está dando, amigo mío.
Snoova contestó rugiendo algo denigrante acerca del linaje del twi’lek, y luego siguió gruñendo mientras agitaba sus manoplas encadenadas. Si su captor tuviera cabello, se habría agitado con sus resoplidos. De hecho, las joyas del twi’lek tintinearon bajo la fétida brisa del aliento de Snoova.
-Me han dicho cosas mucho peores, cazador –respondió el twi’lek con calma-. Y sí, tus manoplas están destinadas a evitar que inflijas daños innecesarios a mi personal e instalaciones.
Snoova soltó otra andanada de aullidos y rugidos.
-El hecho de que vayas o no a recordar mi cara para la eternidad no me concierne. De momento, basta con decir que nuestros propósitos requieren que previamente nos ocupemos de ti, o te dejemos “fuera de la ecuación”, como os gusta tanto decir a vosotros, los cazarrecompensas. En una realidad alternativa, digamos que tu gemelo va a realizar una visita a Coruscant. De momento, por favor, acepta la hospitalidad que somos capaces de ofrecer a un wookiee furioso. Se te alimentará y se te cuidará, y eventualmente, cuando nuestros propósitos lo permitan, se te liberará. No temas; se te compensará generosamente por tus molestias... una vez hayas sido transportado lejos de este campo de esclavos.

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