Fuera de la ecuación
Peter Schweighofer
La cabeza de Snoova volvió a dar vueltas. Los
recuerdos regresaron vagamente a su dolorido cráneo. Acababa de terminar una
reunión con Asteria, algo sobre una recompensa por un trabajo de rutina. Fue
justo en el exterior de su mansión fortificada cuando saltaron sobre él; seis
matones con picas aturdidoras y bastones de choque. Recordaba haber pegado un
buen tajo a uno de ellos. Debía de haber más en las sombras del callejón,
porque sintió el picotazo de proyectiles tranquilizantes. Entonces la calle se
puso del revés y se desmayó.
El wookiee meneó la cabeza, más vigorosamente esta
vez, y examinó la celda a su alrededor. No era demasiado grande; de hecho,
cuando por fin recuperara el equilibrio, Snoova estaba seguro de que ni siquiera
podría ponerse de pie en ella. En ese instante, no podía ni estirar las piernas
en el suelo. La puerta reforzada junto a sus pies tenía un pequeño ventanuco de
transpariacero cerca de la parte superior, donde ocasionalmente captaba el
destello de un rostro borroso observándole. Trató de levantarse, pero descubrió
que era ligeramente difícil sin usar los brazos...
Snoova necesitó un tiempo para darse cuenta de que
sus brazos colgaban por encima de él, con las muñecas esposadas con un grillete
metálico sujeto al muro con un pesado eslabón de duracero. Gruesas manoplas
metálicas le cerraban las manos en forma de puño para que no pudiera extender
sus garras. Para asegurarse de que no usara las manoplas como armas, habían
sido encadenadas entre sí y sujetas a la pared metálica de la celda. Trató de romper
las cadenas con sus brazos, y luego dio unos cuantos fuertes tirones para
intentar arrancar el eslabón sujeto a la pared, pero sin éxito. Cuando más se
aclaraba la mente de Snoova, menos le gustaba su situación.
La puerta de la celda se abrió finalmente
haciéndose a un lado, después de que varios mecanismos de cierre hubieron
pitado y chasqueado al desbloquearse. Nadie entró –apenas había espacio- pero
Snoova distinguió una figura de pie en el umbral, un twi’lek de avanzada edad y
bastante sereno, vestido con llamativas ropas y joyas. Detrás del twi’lek había
varios guardias de otras especies alienígenas, todos ellos blandiendo zumbantes
picas aturdidoras. Los guardias parecían ansiosos por soltarle descargas.
El twi’lek se aclaró la garganta y habló:
-Por favor, acepta mis más humildes disculpas por
el trato que se te está dando, amigo mío.
Snoova contestó rugiendo algo denigrante acerca del
linaje del twi’lek, y luego siguió gruñendo mientras agitaba sus manoplas
encadenadas. Si su captor tuviera cabello, se habría agitado con sus
resoplidos. De hecho, las joyas del twi’lek tintinearon bajo la fétida brisa
del aliento de Snoova.
-Me han dicho cosas mucho peores, cazador –respondió
el twi’lek con calma-. Y sí, tus manoplas están destinadas a evitar que inflijas
daños innecesarios a mi personal e instalaciones.
Snoova soltó otra andanada de aullidos y rugidos.
-El hecho de que vayas o no a recordar mi cara para
la eternidad no me concierne. De momento, basta con decir que nuestros
propósitos requieren que previamente nos ocupemos de ti, o te dejemos “fuera de
la ecuación”, como os gusta tanto decir a vosotros, los cazarrecompensas. En
una realidad alternativa, digamos que tu gemelo va a realizar una visita a
Coruscant. De momento, por favor, acepta la hospitalidad que somos capaces de
ofrecer a un wookiee furioso. Se te alimentará y se te cuidará, y
eventualmente, cuando nuestros propósitos lo permitan, se te liberará. No
temas; se te compensará generosamente por tus molestias... una vez hayas sido
transportado lejos de este campo de esclavos.
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