viernes, 11 de septiembre de 2015

Escapada de caza

Escapada de caza
Peter Schweighofer

Boddu Bocck se agachó ocultándose en los matorrales de la jungla. Comprobó los proyectiles de su ballesta energizada, y luego se acarició su barba rojiza, contemplando el terreno tropical a su alrededor. Bocck sólo estaba a escasos kilómetros del límite de Ciudad Ecuador, pero esa distancia sería toda una lucha salvaje. Ahí fuera había rodianos de la jungla provincial, rodianos que no recibían demasiado bien a los intrusos entrometidos. Todo formaba parte del desafío.
El cazarrecompensas estudió su entorno. Estaba agazapado entre las raíces de un gran árbol selvático cubierto de musgo rizado. Al norte –hacia donde se dirigía- había una especie de canal, uno de esos largos estanques de agua estancada que se forman entre los trozos de tierra a los que se agarran los árboles. Probablemente podría saltarlo si tomaba carrerilla, pero no quería abandonar su cobertura en ese momento. No podía ver a través del líquido fangoso. Los rodianos locales probablemente habrían puesto allí una trampa, ya fuera alguna clase de veneno químico de contacto, pinchos y estacas, o alguna clase de criatura. Al menos eso es lo que Bocck habría hecho si fuera un rodiano protegiendo su territorio. Los de esta zona se mostraban paranoicos ante otros clanes rivales y los rufianes enviados por Navik el Rojo. Y después de sus últimas visitas, Bocck estaba seguro de que también le miraban a él con recelo.
Al sur había unos cuantos pedruscos cubiertos de enredaderas, y luego más árboles selváticos. Mucha cobertura para una partida de caza rodiana sedienta de sangre. Mucha gente pensaría que disparar a algunos rodianos en su propio territorio era una insensatez, pero Bocck sabía que era un modo efectivo de alejarlos de su enclave para cazar. ¿Y qué mejor forma para un cazador de recompensas de poner a punto sus habilidades, que convertirse temporalmente en la presa de la más infame especie cazadora de la galaxia?
Bocck había disparado a muchos rodianos de la jungla provincial en viajes previos. No parecían muy diferentes a los rodianos de la ciudad; sus ropas estaban un poco más raídas, pero seguían siendo extremadamente inteligentes en la caza, y seguían usando blásteres. No eran bárbaros; eran simplemente clanes exilados, grupos que habían sido perseguidos en las ciudades, y puristas que creían en los métodos antiguos y violentos en lugar de en los nuevos e industrializados. Todos tenían buenas razones para proteger su terreno.
Llevaba observando una roca durante casi 10 minutos cuando una de las enredaderas tembló. Había un rodiano oculto tras esa roca, pensó Bocck, con unos cuantos colegas suyos cerca. Esto no iba a ser fácil. Examinó el suelo entre las raíces del árbol selvático que le servía de escondite; un par de ramitas, humus húmedo, y un par de piedras del tamaño de un puño. Bocck tomó las piedras en una mano y luego miró por encima de la raíz al estanque estancado. Si tenía razón y había algún tipo de trampa en el agua, ese plan podría funcionar...
Con un giro de muñeca, las dos piedras cruzaron el aire, y luego cayeron una detrás de otra en el agua. Haciendo bocina con su mano libre junto a su boca, Bocck lanzó un grito de sorpresa en dirección al estanque.
Cuando se volvió hacia las rocas cubiertas de enredaderas, Bocck supo que sus cazadores habían mordido el anzuelo. Asumiendo que su presa había caído en la trampa del estanque, tres rodianos con rifles bláster saltaron de sus escondites y corrieron hacia el agua. Bocck disparó tres descargas de ballesta, cada una de las cuales encontró su objetivo en un desafortunado rodiano. Ahora que el ataque inicial había acabado, podía tomar carrera para saltar el estanque.
Incluso mientras saltaba sobre el agua, Bocck seguía sin poder ver nada bajo su oscura superficie, pero pronto se dio cuenta de que tenía que haber estado observando la otra orilla. Un rodiano solitario había logrado deslizarse a ese lado mientras Bocck estaba observando las rocas. El rodiano apareció de pronto desde detrás de un árbol y golpeó a Bocck en la tripa con alguna clase de bastón hecho con fuerte madera de la jungla. Cayó de espaldas sobre el suave humus cerca del estanque, y luego rodó sobre sí mismo a tiempo de evitar el bastonazo descendiente que le lanzaba el rodiano. Bocck agarró el extremo del bastón y tiró de él para acercar a su oponente. Usando el impulso del rodiano, Bocck soltó el bastón, agarró a su atacante por el cinturón, y lo lanzó al estanque.
Bocck había estado en lo cierto acerca del agua aparentemente inocua; en lugar de flotar en la superficie, el rodiano pareció quedarse allí pegado, inmóvil y sin vida, empalado en las afiladas estacas que acechaban justo bajo la superficie...
Un disparo convirtió en astillas parte de un árbol cercano. Bocck se levantó y se giró para disparar al rodiano que se agachaba buscando cobertura tras una de las rocas; soltó un graznido cuando el proyectil de la ballesta energizada le penetró en el pecho. Entonces Bocck comenzó a andar, atravesando la gruesa jungla rodiana como si hubiera nacido y crecido allí.
Unos kilómetros más y Bocck alcanzaría las afueras de Ciudad Ecuador. Allí conseguiría un transporte a su hotel justo a tiempo para un baño relajante, una exquisita cena y una partida de sabacc nocturna. Era un día perfecto en sus vacaciones anuales de entrenamiento en Rodia.

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