Entrega
Peter
Schweighofer
SecOps Cuatro ya había fracasado en una misión; esta
vez no iba a vacilar. Las órdenes de su misión habían sido claras y concisas: tenía que entregar a la Alianza Rebelde el
maletín que llevaba en sus temblorosas manos. El bothano avanzó cojeando por un
callejón trasero cubierto de basura en el sector industrial de Kothlis. Miró
por encima de su hombro para ver si los cazarrecompensas le seguían. No, nada.
No había nadie en los alrededores. Bien. SecOps Cuatro se desplomó contra el
muro del callejón para descansar un instante.
Todo había ocurrido muy rápido. La pared del piso
franco estalló y los cazarrecompensas entraron como un enjambre, disparando sus
blásteres contra todo lo que se moviera. El Jedi, Skywalker, parecía estar haciendo
bien las cosas, desviando disparos de bláster con su sable de luz. En medio del
caos, SecOps Cuatro había fracasado en su misión más importante: Koth Melan
había caído. En sus últimos momentos, Melan le miró. Su expresión no era de
decepción, sino de esperanza. SecOps Cuatro agarró el maletín –que contenía
datos imperiales robados- y salió huyendo por el pasillo de escape.
Mientras se lanzaba por el pasillo trasero, SecOps
cuatro resultó herido. Tenía una herida de bláster chamuscada y llena de
ampollas en su pierna izquierda. Usó un fragmento de tubería de plástico como
bastón mientras se dirigía hacia la nave de la red de espías, oculta en una
bahía de atraque camuflada. La nave estaba a varias manzanas de distancia,
cruzando tortuosos callejones entre fábricas, almacenes y centros de
distribución automatizados. Sin embargo, SecOps Cuatro tenía que seguir
adelante: fuera cual fuese el contenido del maletín, era lo bastante valioso
como para que los cazarrecompensas le persiguieran, y lo bastante importante
para que Melan diera su vida por ello. Sin duda el Imperio pronto se uniría a
la persecución.
SecOps Cuatro se levantó, rengueó por el pasadizo
que tenía delante... y se encontró rodeado de bothanos. Eran nativos de las
ciudades costeras del este de Bothawui, de anchas narices, y sus blásteres apuntaban
hacia él.
-Te hemos estado observando –dijo el líder-. Has
adquirido algo para la Alianza Rebelde. Nosotros nos ocuparemos de ello a
partir de este momento.
SecOps Cuatro comenzó a protestar, pero el otro le
interrumpió.
-No temas. Podríamos decir que todos estamos del
mismo lado. Esta información llegará a la Alianza Rebelde, te lo aseguro. Toda
esta operación ha sido planeada hasta el último detalle.
-Entonces llevadme con vosotros –dijo SecOps
Cuatro-. Puedo resultar útil a la rebelión.
-No lo creo –dijo el líder de los bothanos, Vord’lya,
meneando la cabeza. Alguien arrebató a SecOps Cuatro su arma y el maletín,
clavándole un bláster en la espalda para asegurar su cooperación...
Vord’lya echó un vistazo al maletín y luego lo pasó
a uno de los otros.
-Ábrelo. Asegúrate de que está todo. Conociendo a
Melan, habrá mandado a varios señuelos por si acaso.
El subordinado abrió el maletín, inspeccionó el
contenido, y luego asintió.
-Si vais a llevar eso a la Alianza Rebelde, ¿por
qué no me lleváis con vosotros? –suplicó SecOps Cuatro.
-No eres parte de mis órdenes –dijo Vord’lya-. No
sólo se trata de si la Alianza recibe o no esta información, ¿sabes? Se trata
de quien se lleva el mérito por entregársela. No podemos dejar que la facción
de Melan se lleve el mérito, ¿verdad?
SecOps Cuatro jadeó, asombrado, pero el otro
bothano se limitó a soltar una carcajada.
-A mi superior sólo le preocupa el contenido de
este maletín. No le importa cómo lo adquiera, y no hará preguntas. Mientras sea
su facción la que ponga el maletín en manos de los rebeldes, estará contento.
Alguien empujó a SecOps Cuatro bruscamente hacia
delante. Un instante después se escuchó el sonido de un disparo de bláster y el
bothano herido cayó en un pozo infinito de oscuridad. Mientras la consciencia
se le escapaba, SecOps Cuatro pudo escuchar débilmente las palabras de su
oponente:
-Vamos, amigos. Nuestra nave nos espera y debemos
apresurarnos si queremos atravesar el bloqueo imperial. –El agente bothano hizo
una pausa, mirando con desdén la silueta inmóvil de SecOps Cuatro-. Sin duda
Fey’lya quedará muy complacido.
Más tarde, SecOps Cuatro se estremeció... dolorido
pero por lo demás vivo. El bláster de Vord’lya había estado configurado para
aturdir, lo que tenía cierto sentido. Un buen agente sólo mata cuando es
absolutamente necesario, ya que atrae atención indeseada. Para entonces, los
bothanos que le abordaron ya habrían llegado a una nave rápida, esquivado los
obstáculos imperiales, y sin duda interceptado una nave rebelde. Los planes ya
estarían en manos de la Alianza Rebelde.
Tal vez había algo de honor entre los agentes
rivales, pensó SecOps Cuatro. Tal vez llegaría un momento en el que la verdad
saldría finalmente a la luz.
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