jueves, 3 de septiembre de 2015

Entrega

Entrega
Peter Schweighofer

SecOps Cuatro ya había fracasado en una misión; esta vez no iba a vacilar. Las órdenes de su misión habían sido claras y concisas: tenía que entregar a la Alianza Rebelde el maletín que llevaba en sus temblorosas manos. El bothano avanzó cojeando por un callejón trasero cubierto de basura en el sector industrial de Kothlis. Miró por encima de su hombro para ver si los cazarrecompensas le seguían. No, nada. No había nadie en los alrededores. Bien. SecOps Cuatro se desplomó contra el muro del callejón para descansar un instante.
Todo había ocurrido muy rápido. La pared del piso franco estalló y los cazarrecompensas entraron como un enjambre, disparando sus blásteres contra todo lo que se moviera. El Jedi, Skywalker, parecía estar haciendo bien las cosas, desviando disparos de bláster con su sable de luz. En medio del caos, SecOps Cuatro había fracasado en su misión más importante: Koth Melan había caído. En sus últimos momentos, Melan le miró. Su expresión no era de decepción, sino de esperanza. SecOps Cuatro agarró el maletín –que contenía datos imperiales robados- y salió huyendo por el pasillo de escape.
Mientras se lanzaba por el pasillo trasero, SecOps cuatro resultó herido. Tenía una herida de bláster chamuscada y llena de ampollas en su pierna izquierda. Usó un fragmento de tubería de plástico como bastón mientras se dirigía hacia la nave de la red de espías, oculta en una bahía de atraque camuflada. La nave estaba a varias manzanas de distancia, cruzando tortuosos callejones entre fábricas, almacenes y centros de distribución automatizados. Sin embargo, SecOps Cuatro tenía que seguir adelante: fuera cual fuese el contenido del maletín, era lo bastante valioso como para que los cazarrecompensas le persiguieran, y lo bastante importante para que Melan diera su vida por ello. Sin duda el Imperio pronto se uniría a la persecución.
SecOps Cuatro se levantó, rengueó por el pasadizo que tenía delante... y se encontró rodeado de bothanos. Eran nativos de las ciudades costeras del este de Bothawui, de anchas narices, y sus blásteres apuntaban hacia él.
-Te hemos estado observando –dijo el líder-. Has adquirido algo para la Alianza Rebelde. Nosotros nos ocuparemos de ello a partir de este momento.
SecOps Cuatro comenzó a protestar, pero el otro le interrumpió.
-No temas. Podríamos decir que todos estamos del mismo lado. Esta información llegará a la Alianza Rebelde, te lo aseguro. Toda esta operación ha sido planeada hasta el último detalle.
-Entonces llevadme con vosotros –dijo SecOps Cuatro-. Puedo resultar útil a la rebelión.
-No lo creo –dijo el líder de los bothanos, Vord’lya, meneando la cabeza. Alguien arrebató a SecOps Cuatro su arma y el maletín, clavándole un bláster en la espalda para asegurar su cooperación...
Vord’lya echó un vistazo al maletín y luego lo pasó a uno de los otros.
-Ábrelo. Asegúrate de que está todo. Conociendo a Melan, habrá mandado a varios señuelos por si acaso.
El subordinado abrió el maletín, inspeccionó el contenido, y luego asintió.
-Si vais a llevar eso a la Alianza Rebelde, ¿por qué no me lleváis con vosotros? –suplicó SecOps Cuatro.
-No eres parte de mis órdenes –dijo Vord’lya-. No sólo se trata de si la Alianza recibe o no esta información, ¿sabes? Se trata de quien se lleva el mérito por entregársela. No podemos dejar que la facción de Melan se lleve el mérito, ¿verdad?
SecOps Cuatro jadeó, asombrado, pero el otro bothano se limitó a soltar una carcajada.
-A mi superior sólo le preocupa el contenido de este maletín. No le importa cómo lo adquiera, y no hará preguntas. Mientras sea su facción la que ponga el maletín en manos de los rebeldes, estará contento.
Alguien empujó a SecOps Cuatro bruscamente hacia delante. Un instante después se escuchó el sonido de un disparo de bláster y el bothano herido cayó en un pozo infinito de oscuridad. Mientras la consciencia se le escapaba, SecOps Cuatro pudo escuchar débilmente las palabras de su oponente:
-Vamos, amigos. Nuestra nave nos espera y debemos apresurarnos si queremos atravesar el bloqueo imperial. –El agente bothano hizo una pausa, mirando con desdén la silueta inmóvil de SecOps Cuatro-. Sin duda Fey’lya quedará muy complacido.
Más tarde, SecOps Cuatro se estremeció... dolorido pero por lo demás vivo. El bláster de Vord’lya había estado configurado para aturdir, lo que tenía cierto sentido. Un buen agente sólo mata cuando es absolutamente necesario, ya que atrae atención indeseada. Para entonces, los bothanos que le abordaron ya habrían llegado a una nave rápida, esquivado los obstáculos imperiales, y sin duda interceptado una nave rebelde. Los planes ya estarían en manos de la Alianza Rebelde.
Tal vez había algo de honor entre los agentes rivales, pensó SecOps Cuatro. Tal vez llegaría un momento en el que la verdad saldría finalmente a la luz.

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