jueves, 3 de septiembre de 2015

¡En marcha!

¡En marcha!
Peter Schweighofer

Wedge aguardaba pensativo, manteniendo su caza ala-X flotando en la sombra sensora de una inmensa barcaza de carga controlada por droides. Él y el resto de Pícaros estaban dispersos entre las barcazas en los límites más exteriores del sistema Coruscant. Desde allí, el sol del planeta era poco más que otra tenue estrella, pero para Wedge parecía esta peligrosamente cerca.
La cápsula mensajera droide le había dicho que llevara a los Pícaros y aguardara a la “señal” de Dash. Wedge no confiaba del todo en el contrabandista, pero sabía que Luke, Leia, Lando y Chewie estaban en algún lugar de Coruscant, y podrían necesitar su ayuda en cualquier momento.
Wedge echó un vistazo al caza debajo de la barcaza contigua y vio a Janson dormitando en su cabina.
-Eh, Wes, es la hora del espectáculo.
Vio cómo la cabeza de Janson se agitaba en la cabina antes de que la respuesta llegara por el comunicador.
-Estoy bien, Jefe. Y no te preocupes: he comprobado a conciencia esta unidad R2.
Wes sonaba mortalmente cansado. Habían sido unos cuantos días duros. Primero el sabotaje de su unidad R2, que casi había matado a Luke y evitó que Wes sellara su traje de vuelo y se eyectara de su ala-X sobre Gall. Luego la larga y concienzuda serie de saltos hiperespaciales después de abandonar la base construida apresuradamente en Kile. Tan pronto como llegaron a la flota rebelde, llegó la cápsula mensajera droide pidiendo su ayuda en Coruscant. Después de un rápido mantenimiento en los alas-X, los Pícaros despegaron para otro largo vuelo... justo al tenebroso corazón del Imperio.
Desde allí, los sensores del ala-X de Wedge ni siquiera podían ver una fracción del camino a Coruscant, pero Dash había prometido que mandaría una señal...
La luz del comunicador del ala-X de Wedge comenzó a parpadear; la unidad se sintonizó a la frecuencia de la transmisión entrante. El mensaje de Leebo, el droide de Dash, eran dos palabras: “Recordad Hoth”. Ahora, no importaba que estuvieran cansados. Lo único que importaba era tener la vista afilada, la mente alerta y disparar en el blanco.
-¡Despertad, Pícaros! –exclamó-. ¡En marcha!

No hay comentarios:

Publicar un comentario