El pulso del
pueblo
Kathy Tyers
Yeorg Captison caminó con paso firme hacia su
oficina. Sentaba bien hacerlo, después de haber estado vacilante durante tanto
tiempo. Había llevado a su pueblo a un tiempo de relativa paz y prosperidad.
Pero ahora, los Ssi-ruuk habían huido y la Alianza Rebelde controlaba Salis D’aar.
Decían que era algo temporal. ¿También ellos
impondrían su voluntad en Bakura? Sin embargo, habían demostrado ser más dignos
de confianza que sus equivalentes imperiales.
Encontró a Ellice en su oficina exterior.
-Transmisión de emergencia –dijo-. Transmite desde
mi oficina.
Ella asintió y corrió hacia su escritorio. Él cruzó
la puerta interior y se tomó un momento para asegurarse de que tenía el aspecto
de un hombre que había escapado por los pelos a un interrogatorio imperial... y
a su posterior ejecución. Su túnica verde, rasgada y polvorienta, lucía
perfecta. No necesitaba lavarse la cara.
Se sentó.
-Preparado, Ellice.
Una luz verde se encendió en la consola del techo.
-Camaradas bakuranos –dijo-, la amenaza alienígena
ha terminado. Nuestros protectores imperiales y sus aliados de la Alianza
Rebelde han obligado a retirarse a la flota Ssi-ruuvi.
”Pero sabéis que la fuerza de trabajo imperial
rápidamente intentó erradicar a nuestros otros aliados, quienes arriesgaron sus
vidas para salvar Bakura.
”Debido a un poco inteligente ataque personal a un
embajador rebelde, el gobernador Nereus acaba de morir. En este instante... –Ahora elige bien las palabras, se
advirtió a sí mismo-... es mi deber convocar a los ciudadanos de Bakura para
una votación inmediata. ¿Deseáis permanecer bajo protección imperial? ¿Es el
momento de que Bakura permanezca independiente, confiando en sus propias
defensas? ¿O debería Bakura aceptar la oferta de la Alianza de un tratado de
ayuda y apoyo militar? Aunque ese apoyo es menor que lo que ofrece el Imperio,
es más poder del que representan nuestras propias fuerzas.
”Ciudadanos todos, teclead por favor vuestras
respuestas en los circuitos de votación dentro de la próxima media hora. Debe
participar el treinta por ciento de nuestra población para que el senado emita
una resolución vinculante.
Haciendo una señal por debajo del escritorio, dijo
a Ellice que finalizara la transmisión. Inmediatamente, en un monitor bajo su
codo izquierdo, comenzaron a aparecer números en tres columnas.
-¿Y bien? –Ellice apareció en el umbral, con los
brazos cruzados sobre el pecho.
-Ha respondido el cero coma tres por ciento –dijo-.
No es suficiente para estimar una tendencia, pero están votando rápidamente.
-Es un tema de alto interés. ¿Cuántos han votado
por la Rebelión, hasta ahora?
-El setenta por ciento.
-Eso incluye mi voto –dijo Ellice en voz baja.
-El mío no. –Yeorg alargó la mano hasta su propia
tecla de votación. Indicó su elección-. Ahora sí.
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