El evidente chivo expiatorio
Peter Schweighofer
Los nueve vigos del Sol Negro aguardaban pensativos
en la antecámara, fuera de la sala de reuniones privada de su señor. Howzmin,
el sirviente de Xizor, había supervisado su registro y el hombre calvo, junto
con varios bruscos guardias de palacio, les había retirado las armas,
incluyendo el habitual arsenal de cuchillos ocultos y blásteres de mano
escondidos.
Mientras esperaban ansiosamente la citación de su
señor, cada uno de los vigos se dedicó a mirar a los demás, preguntándose quién
no iba a abandonar con vida las cámaras de reuniones. Xizor no era ningún
estúpido; no les llamaría a todos ellos simplemente para escuchar sus informes.
No, lo que Xizor quería era una demostración, una en la que sacara a la luz un
traidor y mostrara a los demás cuáles serían sus destinos si trataban de
engañar al Señor Oculto del Sol Negro.
Green echó un vistazo a sus colegas. Estaba seguro
de que todos ellos eran culpables de algo; espiar a Xizor, esquilmar demasiados
beneficios, permitir que sus operaciones se volvieran desorganizadas y poco
productivas. ¿Pero habían sido descubiertos sus propios planes contra el
príncipe falleen? Green se revolvió el cabello y miró por encima de su hombro,
como si temiera que Xizor hubiera instalado en la pared alguna clase de
dispositivo de seguridad capaz de leer sus pensamientos.
Wumdi el etti estaba encantador como siempre. Sabía
que se cocía algo, pero no debía concernirle a él; si así fuera, ya se habría
enterado. Wumdi estaba de pie junto a uno de los espejos de marcos profusamente
decorados de la antesala, recorriéndose el pelo con los dedos para asegurarse
de que estuviera en su sitio, estirándose la austera túnica corporativa que
había adquirido para esta audiencia con Xizor, y tratando de parecer tan
despreocupado como fuera posible.
Vekker el quarren estaba bastante seguro de que no
había hecho nada incorrecto. El cambio acarreaba dificultades, y ciertamente
Vekker no era un agente del cambio. Los demás eran más ambiciosos, más
sedientos de poder, y desde luego más taimados. Sin embargo, Vekker se
preguntaba quién podría haber despertado la ira de Xizor hasta el punto de
hacerle convocar a todos sus vigos en Coruscant.
Sprax tenía muchas cosas en la mente –incluyendo varias
operaciones de transporte que quería supervisar personalmente-, pero la
citación de Xizor tenía prioridad sobre todo lo demás. Tenía para ofrecerle un
informe positivo, pero Sprax sabía que había otra cosa en el aire. Uno de ellos
tenía una traición en mente. Quién, no lo sabía, y tampoco deseaba especular.
Durga el hutt se secó un poco de sudor de su ancha
y arrugada frente. ¿Acaso Xizor había tenido noticias de que los agentes del
hutt se habían acercado en secreto a los sub-lugartenientes de los demás vigos,
tratando de unirlos contra el líder falleen del Sol Negro? Durga había
atravesado grandes penurias para asegurarse de que las ofertas de un poder
mayor que había hecho a los demás hubieran estado envueltas en secretismo. Miró
a su alrededor, a los demás, muchos de los cuales parecían bastante confiados,
si no despreocupados por completo. El único consuelo de Durga era que los
miembros de su clan hutt le vengarían en caso de ser asesinado.
Kreet’ah esperaba pacientemente. Para el kian’thar,
era un buen negocio eliminar aquellos competidores o aliados que entorpecieran
las operaciones propias. Si él era el elegido para ser despachado hoy, habría
que aceptarlo. Sin embargo, sabía que Xizor valoraba la buena gestión, y el
vigo kian’thar ciertamente le había ofrecido eso. No, Xizor tenía en mente
alguien que había cometido una ofensa mucho mayor... algo que no era buen negocio.
Perit estaba casi seguro de que esta reunión no le
concernía directamente. Sus espías electrónicos en las organizaciones de los
demás vigos y en el palacio del propio Xizor le habían ayudado a estar seguro
de eso. Pero, ¿y si Xizor había descubierto esos espías, y los demás métodos de
vigilancia que el mon calamari usaba para mantener un ojo sobre su señor? Sabía
que Xizor espiaba a sus servidores, ¿pero se tomaría pacíficamente que ellos le
hicieran lo mismo? Perit no lo sabía, y los tentáculos de su barbilla se
estremecieron ante la idea de enfrentarse a la ira de Xizor.
Lonay no sonreía, no fanfarroneaba. Sabía que no
estaba en peligro. Cierto, el negocio de los esclavos en su zona estaba cayendo
significantemente, pero sin duda eso se resolvería con el tiempo. El Señor
Oculto del Sol Negro podría tolerar eso... pero Lonay sabía que no podía tolerar
la traición. Y el vigo twi’lek dedicaba sus servicios al príncipe Xizor, por lo
que no había nada que temer.
Ciezo miró a su alrededor, sin molestarse en
fijarse en Green. Sabía que el humano era el traidor, pero no diría ni una
palabra. Hacerlo ahora sería admitir que lo sabía y no se lo había dicho a
Xizor, un crimen tan serio como la traición de Green. No, esperaría y observaría
cómo se desarrollaba la tragedia.
Las altas puertas que conducían a la sala de
reuniones privada de Xizor se abrieron y su lugarteniente, la adorable Guri,
salió por ellas.
-El príncipe Xizor les verá ahora –dijo con una
mirada ligeramente amenazante-. A todos ustedes.
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