El almuerzo semanal
Peter Schweighofer
Garin se aseguró de llegar a
tiempo al Terraza Cedriana; no convenía despertar sospechas llegando tarde. Los
demás de su grupo de almuerzo también acababan de llegar, y se saludaron en el
vestíbulo del restaurante con abrazos y apretones de manos como su fueran
viejos amigos de la Academia. Estaba Sharalon, elegante con su uniforme y
ofreciéndole esa seductora sonrisa... le dio un besito en la mejilla. Se volvió
para darle a Drixar una palmada en la espalda. El oficial de seguridad del
puerto estelar, un wrooniano, estrechó vigorosamente la mano de Garin antes de
que el grupo se volviera al droide camarero, que esperaba cerca del atril de
reservas.
-¿La mesa habitual, amigos? -trinó
el droide.
-Sí, Beuve –dijo Sharalon-. La
que está junto a la ventana-
-Por supuesto. Síganme, por
favor.
BV-1210 condujo al grupo a
través del laberinto de mesas y comensales hasta un reservado con una buena
vista de la bulliciosa calle de Bothawui que se extendía bajo ellos. Todos comenzaron
a examinar el menú y a charlar acerca de sus elecciones para el almuerzo.
Su encuentro semanal para
almorzar en el Terraza Cedriana se había convertido en un ritual. Durante la
comida todos mantenían conversaciones superficiales... pero su propósito real
era observarse unos a otros, lanzar pequeñas sondas aquí y allá durante la
discusión, y ocasionalmente deslizar algunos fragmentos aparentemente valiosos
de desinformación. Era poco más que una educada formalidad entre los espías que
llamaban a Bothawui su hogar.
Beuve tomó el pedido a todo el mundo,
comenzando por Sharalon, luego Drixar y finalmente Garin. La adorable presencia
y la tranquila conducta de Sharalon eran engañosas; en realidad era una agente
de la Inteligencia Imperial, y había sido responsable de la muerte de varios
agentes rebeldes que Garin había llegado a conocer. Desde su posición como recepcionista
principal en el Hotel Real Bothano, podía monitorizar las idas y venidas de
otros agentes rivales, y preparar áreas de encuentro seguras, puntos de entrega
y alojamiento para sus propios agentes. Estaba a años luz de su trabajo
desenterrando y eliminando espías rebeldes en los Mundos del Núcleo; Garin
suponía que a Sharalon se le había ido la mano en el incidente de Kuat y había
sido reasignada a Bothawui para “enfriarse”.
Beuve regresó con las bebidas
que habían ordenado. Drixar ya se había lanzado a contar uno de los
jactanciosos relatos por los que los wroonianos eran tan tristemente célebres.
Era un oficial de seguridad en el espaciopuerto, la cobertura perfecta desde la
que el informante de un sindicato del crimen podía monitorizar la actividad y
ayudar a las tareas de contrabando. Ni Sharalon ni Garin sabían para quién
trabajaba (sólo habían conversado acerca de ese punto la última semana durante
una reunión vespertina no prevista tras la recepción de la Misión Comercial
Bothana). Sin embargo, ambos agentes tenían fuertes sospechas de que trabajaba
para los hutts; si no, para Jabba, al menos para alguien que manejaba algunos
hilos muy influyentes en el inframundo del Espacio Hutt.
Por supuesto, había un cuarto
miembro en su pequeño grupo de almuerzo, y representaba a los bothanos. Puede
que Beuve no estuviera siempre a mano, pero los tres agentes creían que tenía
sensores de audio y video aumentados, así como enlace de comunicaciones directo
a un dispositivo de escucha plantado en el adorno central de su mesa. No se
habían molestado en retirarlo. Allí, en Bothawui, todo el mundo espiaba a todos
los demás. Su almuerzo allí se había convertido en un hábito; romper ese hábito
enviaría a los otros grupos una clara señal de que pasaba algo.
-Tengo entendido que habéis
contratado más personal en el hotel –dijo Garin, como un comentario
aparentemente inocuo a Sharalon-. Algún día tendrás que presentarme.
Ella le ofreció una sonrisa
evasiva, pero Garin detectó una ligera expresión de disgusto. Sus subordinados
estaban mejorando a la hora de detectar nuevos agentes de Inteligencia Imperial
tan pronto como ponían un pie en el espaciopuerto.
Drixar habló acerca de cierto
cargamento interesante de sensores y equipo informático con destino a Kothlis.
Sharalon alzó una ceja, pero no dijo nada; sin embargo, la leve expresión de
sorpresa indicaba a Garin que el Imperio no sabía nada acerca del cargamento.
Tampoco Garin lo sabía, pero al menos el no dejó que se le notara.
-Ahora que hablas de
ordenadores, tengo entendido que tu oficina está mejorando los suyos, Garin –dijo
Sharalon, sonriendo detrás de su copa de chooss espumoso.
-Con nuestras nuevas cuentas en
el Sector Corporativo, tenemos que expandir nuestra capacidad de procesado de
datos –respondió él-. Es asombroso lo que los ordenadores pueden hacer hoy en
día.
Mientras Beuve les servía la
comida, Garin echó un vistazo por el restaurante y al exterior de la ventana.
En la calle, localizó dos vigilantes imperiales que trataban de pasar
desapercibidos mientras miraban las redes de noticias locales en una pantalla
pública. No estaba seguro de a quién tendría Drixar siguiéndolos, pero lo más
probable era que fuese el rodiano sentado en el mostrador de zumos del
restaurante.
La comida terminó con las bromas
y risas habituales. Beuve se detuvo junto a ellos con la cuenta.
-Espero que su experiencia
culinaria haya sido placentera, amigos –trinó. Sharalon tomó esa vez la nota,
guiñando pícaramente el ojo a Garin mientras Drixar no estaba mirando.
Esa noche Garin revisó los
diversos informes archivados esa tarde. Mientras estaba almorzando con sus
rivales, sus piratas informáticos habían logrado copiar los archivos de datos
personales de Sharalon, encontrando algunos interesantes datos acerca de un
gran moff viajando de incógnito por el espaciopuerto de Bothawui la siguiente semana,
qué era lo que sabía acerca de los movimientos de naves capitales rebeldes por
el sector, y algunos detalles más, bastante embarazosos, acerca de su vida
privada. Al mismo tiempo, alguien que trabajaba para Drixar había causado, sin
duda, que fallara el nuevo sistema de vigilancia del local rebelde oculto; se
acabó lo de “oculto”. Y Sharalon había estado ocupada después de comer; los
sensores y el equipo informático con destino a Kothlis habían sido “desviados”
a una guarnición imperial en los Mundos del Núcleo. Sin duda a los bothanos no les
había gustado eso...
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