Sirviendo desde el pozo de tripulación del puente
Bill Slavicsek
El teniente Dezon observó detenidamente sus
monitores en el pozo de tripulación del puente. Había calculado el vector de
entrada exacto más de una docena de veces, pero quería asegurarse de estar en
lo cierto. No, tenía que estar en lo cierto. Ahora era un oficial imperial, y
los errores eran algo que no podía permitirse cometer. El capitán de la nave no
se caracterizaba por su indulgencia, y había visto a más de un tripulante
sufrir por el más mínimo error. No tenía ninguna intención de unirse a sus
filas.
Dezon había sido reclutado por la Armada Imperial
desde su planeta natal. Habría preferido no tener que servir al Imperio, pero
no tuvo elección. Su mundo era uno de los que aún eran dominados por el
Imperio, y si quería que su familia permaneciera a salvo, tenía que cumplir su
periodo de servicio obedientemente y lo mejor que pudiera. Era uno de los
muchos jóvenes que servían en naves capitales imperiales. Su entrenamiento
había sido breve pero intenso, y aún continuaba. Pero había demostrado
suficientes méritos para ganar un rango de oficial y un puesto en el pozo de
tripulación del puente del Crucero Interceptor Constrictor.
La nave había recibido la llamada del Destructor
Estelar Halcón de la Tormenta,
solicitando ayuda para atrapar a una nave contrabandista que había saltado al
hiperespacio a tres sectores de distancia. El Halcón de la Tormenta proporcionó su vector de salto, y el Constrictor se desplazó a una probable posición
de interceptación. Como oficial al mando de la estación de proyección del pozo
de gravedad, le correspondía a Dezon calcular la ubicación adecuada de las sombras
de masa para interrumpir el viaje hiperespacial de la nave contrabandista. Eso
era lo que había hecho, y también había calculado el tiempo aproximado de
llegada basándose en el vector de la nave y en su tipo de motor. Todo lo que
tenía que hacer era ordenar a los artilleros de proyección que iniciaran la secuencia
de sombra de masa en el momento adecuado.
La teoría era sencilla. Las masas de gravedad en el
espacio real se reflejaban en el hiperespacio, permitiendo la navegación y el
viaje codimensional. También hacían peligroso el hiperespacio. Una masa de
gravedad no cartografiada en el camino de una nave viajando a la velocidad de
la luz podía ser desastrosa... como pilotar una nave a toda velocidad contra un
muro macizo. Por suerte, los motores hiperespaciales están equipados con interruptores
de emergencia que apagan los motores y hacen que las naves regresen al espacio
real antes de chocarse contra lo que estuviera provocando la sombra de masa.
Con grandes generadores de pozos gravitatorios, los
Cruceros Interceptores podían producir sombras de masa artificiales donde las
necesitaran. Dezon estaba a punto de hacer eso mismo, sacando a la nave
contrabandista al espacio real y reteniéndola allí hasta que llegara el Halcón de la Tormenta. Comprobó sus
cálculos, y entonces echó un vistazo al crono de la nave. Casi era la hora,
pensó, y sintió que la boca se le secaba. Estaba a punto de poner a prueba su
entrenamiento... y esta vez en serio.
-Ahora –dijo Dezon con voz firme, hablando
directamente a su unidad de comunicaciones. Los artilleros estacionados en los
cuatro proyectores de pozos de gravedad confirmaron la orden. Dezon observó los
cuatro conos de ondas gravitatorias extendiéndose por su pantalla-. Vamos,
¿dónde estás? –susurró para sí mismo, comprobando sus cálculos una vez más.
-Ahí está –anunció uno de sus tripulantes del pozo.
Dezon exhaló un suspiro de alivio cuando el carguero modificado saltó fuera del
hiperespacio. Sabía que sólo estaría desorientado por un instante. Luego
trataría de escapar. No podía permitirlo.
-Golpeadle con dos conos de ondas, a babor y a popa
–ordenó Dezon-, y mantened los otros dos preparados por si trata de escapar.
Mientras mantuvieran el carguero dentro de las
sombras de masa, no sería capaz de saltar a la velocidad de la luz. Incluso
entonces, el astrogador necesitaría varios minutos para calcular una nueva ruta
hiperespacial. Para entonces, todo habría acabado.
Un instante después, el Halcón de la Tormenta apareció sin advertencia previa ni mayor ostentación. Inmediatamente golpeó al
carguero con un muro de rayos tractores y comenzó a remolcarlo hacia las fauces
abiertas de su hangar inferior.
-Lo tenemos, Constrictor
–comunicó el Halcón de la Tormenta-.
Gracias por la ayuda.
Dezon confirmó la recepción del mensaje mientras
escuchaba pesados pasos aproximándose por la cubierta de mando. Se giró sobre
sí mismo y se colocó en posición de firmes, reprimiendo el impulso de levantar
la mirada hacia el capitán. Permaneció así durante varios largos segundos, con
la cabeza firme y los ojos fijos en las pulidas botas negras del comandante del
Constrictor. Finalmente, el capitán
habló.
-Buen trabajo, teniente –dijo secamente-. Aún
podremos convertirle en un buen imperial.
-Sí, señor, gracias, señor –respondió Dezon
mientras el capitán daba la vuelta y se marchaba. Había actuado bien y había
evitado despertar la ira del capitán... esta vez. Sólo esperaba que la
siguiente vez las cosas fueran igual de bien.
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