Imagen en el espejo
Eric Trautmann
Del diario de
la tableta de datos personal de Luke Skywalker.
Encuentro difícil de creer que la batalla contra el
Imperio esté terminando. Parece como si llevara toda mi vida luchando contra el
Imperio y todo lo que representa, y pese a ello, cuando debería estar
celebrando la derrota de Thrawn, me encuentro... intranquilo.
Después de varias noches sin poder descansar, me he
obligado a usar algunas de las técnicas que Yoda y Ben me enseñaron para ayudar
a dominar el miedo, porque el miedo es lo que me ha impedido dormir. El miedo
al pasado, y el miedo a lo que pueda estar por llegar. Ni siquiera las
meditaciones más relajantes de Yoda pueden suprimir por completo la aprensión
que siento acerca del futuro.
Mi mente sigue regresando a la batalla con mi...
duplicado. Durante dos de mis batallas más feroces y personales –contra Vader y
Palpatine- creí saber lo que era el verdadero mal. C’baoth cambió esa
percepción.
El clone que Joruus C’baoth creó para ponerme a
prueba fue la culminación de mi visión en la cueva de Dagobah. La realidad no
fue menos terrorífica que la ilusión. Imagina mirar a tu reflejo en el espejo y
ver únicamente... a un enemigo.
Un enemigo que tiene tus fortalezas y debilidades
físicas, con el entrenamiento adecuado, que te conoce tan bien como tú te
conoces a ti mismo. Un ser que eres tú, pero que al mismo tiempo no lo es. Tal
vez esa es la raíz de mi incomodidad. Me doy cuenta de que un clon es inherentemente
inestable, pero es una réplica casi
exacta del original. Un clon mío. Y mi
duplicado era completamente malvado.
¿Está el potencial para ese nivel de maldad
presente en mi interior? Si mi
duplicado era sólo ligeramente distinto de mí, ¿entonces puede
que me convierta, de algún modo, en un agente de la oscuridad? ¿Alguna vez mi
padre, Anakin Skywalker, se hizo a sí mismo estas mismas preguntas antes de
convertirse en Darth Vader?
La batalla con Luuke aún conserva todas las
cualidades de una pesadilla. La presión zumbante y aturdidora en mi mente, la
extenuante lucha para vencer a un enemigo que compartía mis procesos de
pensamiento, todo ello bajo la opresiva mirada de un Jedi oscuro. Sólo la
mirada de C’baoth me hacía sentirme atrapado.
El peor momento llegó en los segundos finales del
duelo. Obligué al clon Luuke a golpear el conducto de energía, que explotó en
su rostro. Ese fue el único momento en el que escuché a Luuke emitir algún
sonido: un grito agudo. Escudriñando a través del humo, parecía como si todo se
moviera a cámara lenta. Los remolinos de humo sólo ocultaban en parte el gesto
de dolor en su rostro, pero en su mirada sólo se podía ve acechar una maldad
fría, carente de emociones e infinita.
Y, de fondo, el malicioso rostro de Joruus C’baoth retorciéndose desde el
engreimiento hasta la rabia más ardiente y absoluta.
Entonces fue cuando Mara casi partió en dos a mi
doble con un feroz tajo de sable de luz. Y nunca –ni una sola vez- vi que una sola emoción reconocible cruzara el rostro
de Luuke.
A veces, me descubro pensando en la batalla con el
clon, y preguntándome si no es una analogía de la guerra contra el Emperador.
¿Puede una maldad tan monstruosa –una oscuridad que encuentra aceptables
prácticas como la clonación, la esclavitud y el genocidio- llegar a ser
extinguida de verdad?
¿Puede algo puro y noble retorcerse tan fácilmente
hacia el mal y la oscuridad? ¿Puede la Nueva República convertirse en el Nuevo
Imperio? ¿Y puede que algún día yo mismo llegue a abrazar el lado oscuro...?
¿Está esa oscuridad en mi interior?
No hay comentarios:
Publicar un comentario