martes, 17 de febrero de 2015

Imagen en el espejo

Imagen en el espejo
Eric Trautmann

Del diario de la tableta de datos personal de Luke Skywalker.

Encuentro difícil de creer que la batalla contra el Imperio esté terminando. Parece como si llevara toda mi vida luchando contra el Imperio y todo lo que representa, y pese a ello, cuando debería estar celebrando la derrota de Thrawn, me encuentro... intranquilo.
Después de varias noches sin poder descansar, me he obligado a usar algunas de las técnicas que Yoda y Ben me enseñaron para ayudar a dominar el miedo, porque el miedo es lo que me ha impedido dormir. El miedo al pasado, y el miedo a lo que pueda estar por llegar. Ni siquiera las meditaciones más relajantes de Yoda pueden suprimir por completo la aprensión que siento acerca del futuro.
Mi mente sigue regresando a la batalla con mi... duplicado. Durante dos de mis batallas más feroces y personales –contra Vader y Palpatine- creí saber lo que era el verdadero mal. C’baoth cambió esa percepción.
El clone que Joruus C’baoth creó para ponerme a prueba fue la culminación de mi visión en la cueva de Dagobah. La realidad no fue menos terrorífica que la ilusión. Imagina mirar a tu reflejo en el espejo y ver únicamente... a un enemigo.
Un enemigo que tiene tus fortalezas y debilidades físicas, con el entrenamiento adecuado, que te conoce tan bien como tú te conoces a ti mismo. Un ser que eres tú, pero que al mismo tiempo no lo es. Tal vez esa es la raíz de mi incomodidad. Me doy cuenta de que un clon es inherentemente inestable, pero es una réplica casi exacta del original. Un clon mío. Y mi duplicado era completamente malvado.
¿Está el potencial para ese nivel de maldad presente en mi interior? Si mi duplicado era sólo ligeramente distinto de mí, ¿entonces puede que me convierta, de algún modo, en un agente de la oscuridad? ¿Alguna vez mi padre, Anakin Skywalker, se hizo a sí mismo estas mismas preguntas antes de convertirse en Darth Vader?
La batalla con Luuke aún conserva todas las cualidades de una pesadilla. La presión zumbante y aturdidora en mi mente, la extenuante lucha para vencer a un enemigo que compartía mis procesos de pensamiento, todo ello bajo la opresiva mirada de un Jedi oscuro. Sólo la mirada de C’baoth me hacía sentirme atrapado.
El peor momento llegó en los segundos finales del duelo. Obligué al clon Luuke a golpear el conducto de energía, que explotó en su rostro. Ese fue el único momento en el que escuché a Luuke emitir algún sonido: un grito agudo. Escudriñando a través del humo, parecía como si todo se moviera a cámara lenta. Los remolinos de humo sólo ocultaban en parte el gesto de dolor en su rostro, pero en su mirada sólo se podía ve acechar una maldad fría, carente de emociones e infinita. Y, de fondo, el malicioso rostro de Joruus C’baoth retorciéndose desde el engreimiento hasta la rabia más ardiente y absoluta.
Entonces fue cuando Mara casi partió en dos a mi doble con un feroz tajo de sable de luz. Y nunca –ni una sola vez- vi que una sola emoción reconocible cruzara el rostro de Luuke.
A veces, me descubro pensando en la batalla con el clon, y preguntándome si no es una analogía de la guerra contra el Emperador. ¿Puede una maldad tan monstruosa –una oscuridad que encuentra aceptables prácticas como la clonación, la esclavitud y el genocidio- llegar a ser extinguida de verdad?
¿Puede algo puro y noble retorcerse tan fácilmente hacia el mal y la oscuridad? ¿Puede la Nueva República convertirse en el Nuevo Imperio? ¿Y puede que algún día yo mismo llegue a abrazar el lado oscuro...? ¿Está esa oscuridad en mi interior?

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