viernes, 13 de febrero de 2015

Diferencias de opinión


Diferencias de opinión
Eric Trautmann

En la sala tenuemente iluminada, Garm Bel Iblis lanzó una mirada airada por encima de la mesa de conferencias. Estaba más furioso de lo que jamás había estado. Y la mujer con la que estaba furioso había sido en otro momento una de sus asociadas más cercanas: Mon Mothma, antigua senadora de Chandrila.
-Mon Mothma –gruñó el senador corelliano, reprimiendo a duras penas su furia-, me veo obligado a discrepar. El rumbo en el que se está embarcando es imprudente. Solicito que posponga, y reconsidere, el ataque a Milvayne.
Mon Mothma mantuvo su compostura. Como siempre.
-Senador Bel Iblis –comenzó a decir-, su opinión siempre es bienvenida, pero en este debo desautorizarla.
-¡Desautorizarla! Debe estar de broma –estalló el senador, golpeando la mesa con los puños-. ¡Aquí hay en juego algo más que su propio asalto personal al poder! ¡Hay vidas en juego! ¡Las vidas de mis tropas!
El majestuoso corelliano estaba lívido por la ira apenas contenida.
Por una vez, Mon Mothma también pareció perder la calma.
-Mi “asalto al poder”, como usted lo llama, es un intento de salvar esas mismas vidas. Mire más allá de la punta de su nariz, Garm. Hay mucho más en juego que su orgullo.
Con calma, se volvió hacia un joven mon calamari, preparándose para ordenar el ataque.
Bel Iblis odiaba cuando ella estaba convencida de tener razón; no había forma de razonar con ella.
-Mis tropas no participarán en una maniobra tan insensata. Ya he perdido suficientes amigos –dijo con un hilo de voz, señalando a una tercera silla, vacía-, y usted también, creo yo –añadió.
Mon Mothma miró furiosa al corelliano.
-Eso ha estado fuera de lugar, Garm. Bail habría aprobado lo que estoy tratando de hacer.
-¿En serio? ¿De verdad lo haría? Bail se oponía a la acción militar tanto como usted lo hacía al principio. Desde el primer día, ambos vetaron cada una de mis sugerencias relativas a asuntos militares. –Meneó la cabeza con disgusto-. Ahora que Bail no está, ¿está tomando acciones militares en contra de mis recomendaciones? A mí me parece que está asentando la base de su poder. Dudo mucho que Bail lo aprobase –dijo, cruzándose de brazos y mirando desafiante a Mon Mothma al otro lado de la mesa.
Mon Mothma se puso en pie furiosa.
-¡No me estoy colocando a mí misma en el lugar de Palpatine! El ataque a Milvayne es necesario, y seguirá adelante como estaba previsto. Ya hubo una votación, y Bail aprobó el ataque antes... –Hizo una pausa, rechazando súbitas lágrimas al pensar en la destrucción de Alderaan-... antes de que eso ocurriera –concluyó-. Bail Organa estaba de acuerdo en que era necesario el ataque para acabar con el control imperial en el sistema Gyrica-. Miró fijamente a Garm Bel Iblis-. Yo habría pensado que, con su mentalidad de “hombre de acción”, usted habría aprovechado sin dudar la oportunidad de atacar una guarnición imperial.
-No es una guarnición imperial. Mis fuentes indican que Milvayne es una base del Ubictorado. –Realizó una pausa, con la esperanza de poder hacer que la testaruda diplomática entrara en razón-. Una base del Ubictorado no es algo contra lo que mis tropas estén preparadas para luchar. Ni tampoco las vuestras.
-Nuestras fuentes de inteligencia no están de acuerdo con las suyas –se limitó a decir Mon Mothma.
-No me importa –exclamó el corelliano, golpeando la mesa de conferencias para enfatizar sus palabras-. ¿Me entiende? No enviaré mis tropas a un ataque suicida. Y no reconozco su autoridad para ordenarles que lo hagan. Yo no voté para ponerla a usted al frente de la Alianza, y si Bail lo hizo, entonces estaba gravemente equivocado. –Bel Iblis temblaba de frustración.
-Senador Bel Iblis –dijo suavemente Mon Mothma, después de una breve pausa-, sinceramente espero que eso no fuera un ultimátum.
Momentáneamente desprevenido, Garm Bel Iblis asintió con la cabeza.
-Sí –dijo en voz baja-. Supongo que lo es. Este plan de ataque está lleno de defectos cruciales, y usted simplemente no tiene la experiencia para darse cuenta de ello.
Mon Mothma se puso en pie bruscamente.
-No aceptaré que se me ponga ningún ultimátum, senador –dijo-. La Alianza Rebelde ya no precisará de sus servicios.
Garm Bel Iblis le mantuvo la mirada.
-Como desee. –Se volvió para marcharse y, haciendo una pausa, añadió-: Yo no soy su enemigo... el Imperio nos derrotará a todos si no podemos contar los unos con los otros.
Con paso firme, dejó la sala atrás, preguntándose si la líder rebelde de la sala de conferencias sería capaz de sobrevivir al error que estaba cometiendo. Bel Iblis sabía que él no podría.
Y Mon Mothma aún tenía que descubrir si ella podría.

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