lunes, 16 de febrero de 2015

Corregir los errores

Corregir los errores
Eric Trautmann

Rukh avanzó en silencio por la cubierta del hangar del Quimera, casi desierta. La cubierta estaba desierta porque el Gran Almirante Thrawn insistía en limitar el contacto entre los equipos noghri y las tropas imperiales. Thrawn no deseaba ver cómo los valiosos soldados eran masacrados por guerreros noghri debido a una acción o un comentario inoportunos.
En ocasiones, las actitudes y las políticas de división como esa fastidiaban a Rukh. Pero no me corresponde a mí cuestionarlo, pensó para sí mismo. Mi único deber es obedecer. Avanzando hacia la lanzadera que acababa de aterrizar, entró en ella, preparándose para recibir el informe del comando noghri que iba a bordo.
Los noghri estaban sentados en una oscuridad casi absoluta. Rukh sintió inmediatamente que algo iba mal. Rukh sabía que sus congéneres noghri estaban molestos y... furiosos.
-Rukh, del clan Baikh’vair, te saludamos –gruñó el líder del equipo, en la áspera lengua del pueblo noghri.
-Akh’laht, del clan Kihm’bar, te saludo –respondió, con la media reverencia formal noghri y el saludo con las palmas hacia arriba que indicaba respeto-. Informe –ordenó Rukh.
Akh’laht hizo una pausa, mirando a sus camaradas.
-Mi señor, traemos noticias de Honoghr –siseó el noghri-. El Gran Almirante nos engaña.
Rukh fue tomado totalmente por sorpresa. Escuchar que un Guardia de Honor Noghri difamase el nombre y el honor del señor de los Supraclanes Noghri era algo impensable, un crimen castigable con una muerte inmediata. El pulso de Rukh se aceleró y sintió que su propia rabia iba creciendo en su interior. Rukh no había escuchado nunca antes semejante falta de respeto. Pero Akh’laht no es ningún estúpido, pensó Rukh. Debe haber alguna razón para esto.
-Explícate, y rápido –rugió Rukh-, porque tu vida depende de tu respuesta.
Akh’laht relató en voz queda la historia de la Mal’ary’ush –Lady Vader- y su visita a Honoghr. Le habló de su coraje al enfrentarse al poderío de los clanes combinados y a sus pruebas de cómo el Imperio había engañado y esclavizado al pueblo noghri. Los sentidos de Rukh quedaron abrumados, y su ira estaba ahora dirigida hacia el Gran Almirante. Nos engañó, pensó. Nos toma por estúpidos...
-Nuestra deuda con el Imperio ha sido saldada –dijo Akh’laht-, pero debemos ser cautos.
-Permaneceré aquí –dijo Rukh después de un largo momento de reflexión-. Aquí, puedo observar al Gran Almirante. Observaré y esperaré. Cuando descubra que los noghri ya no están a su servicio, le asesinaré.
Los demás noghri ofrecieron a Rukh una variación distinta del saludo con las palmas hacia arriba: el modo noghri de decir “Hasta la vista, honorable guerrero que va a morir por los noghri”. Rukh se estaba ofreciendo voluntario para una misión suicida: una misión de venganza contra el Imperio que los había estado oprimiendo desde antes de que naciera.
-Rukh, del clan Baikh’vair, saludamos tu sacrificio. Muere con honor –gruñó Akh’laht.
-Ve con suerte, Akh’laht, del clan Kihm’bar –respondió Rukh, alejándose.
Rukh se detuvo por un instante, y se volvió hacia el equipo de comandos que estaba allí reunido.
-Decid a los dinastas que los errores serán corregidos –dijo, acariciando con sus dedos la fina empuñadura de su cuchillo de asesino-. El Gran Almirante tiene muchas cosas por las que responder. Muchas cosas, desde luego.

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