Corregir los errores
Eric Trautmann
Rukh avanzó en silencio por la cubierta del hangar
del Quimera, casi desierta. La cubierta
estaba desierta porque el Gran Almirante Thrawn insistía en limitar el contacto
entre los equipos noghri y las tropas imperiales. Thrawn no deseaba ver cómo los
valiosos soldados eran masacrados por guerreros noghri debido a una acción o un
comentario inoportunos.
En ocasiones, las actitudes y las políticas de
división como esa fastidiaban a Rukh. Pero
no me corresponde a mí cuestionarlo, pensó para sí mismo. Mi único deber es obedecer. Avanzando
hacia la lanzadera que acababa de aterrizar, entró en ella, preparándose para
recibir el informe del comando noghri que iba a bordo.
Los noghri estaban sentados en una oscuridad casi
absoluta. Rukh sintió inmediatamente que algo iba mal. Rukh sabía que sus
congéneres noghri estaban molestos y... furiosos.
-Rukh, del clan Baikh’vair, te saludamos –gruñó el
líder del equipo, en la áspera lengua del pueblo noghri.
-Akh’laht, del clan Kihm’bar, te saludo –respondió,
con la media reverencia formal noghri y el saludo con las palmas hacia arriba
que indicaba respeto-. Informe –ordenó Rukh.
Akh’laht hizo una pausa, mirando a sus camaradas.
-Mi señor, traemos noticias de Honoghr –siseó el
noghri-. El Gran Almirante nos engaña.
Rukh fue tomado totalmente por sorpresa. Escuchar
que un Guardia de Honor Noghri difamase el nombre y el honor del señor de los
Supraclanes Noghri era algo impensable, un crimen castigable con una muerte
inmediata. El pulso de Rukh se aceleró y sintió que su propia rabia iba
creciendo en su interior. Rukh no había escuchado nunca antes semejante falta
de respeto. Pero Akh’laht no es ningún
estúpido, pensó Rukh. Debe haber
alguna razón para esto.
-Explícate, y rápido –rugió Rukh-, porque tu vida
depende de tu respuesta.
Akh’laht relató en voz queda la historia de la Mal’ary’ush –Lady Vader- y su visita a
Honoghr. Le habló de su coraje al enfrentarse al poderío de los clanes
combinados y a sus pruebas de cómo el Imperio había engañado y esclavizado al
pueblo noghri. Los sentidos de Rukh quedaron abrumados, y su ira estaba ahora
dirigida hacia el Gran Almirante. Nos
engañó, pensó. Nos toma por
estúpidos...
-Nuestra deuda con el Imperio ha sido saldada –dijo
Akh’laht-, pero debemos ser cautos.
-Permaneceré aquí –dijo Rukh después de un largo
momento de reflexión-. Aquí, puedo observar al Gran Almirante. Observaré y
esperaré. Cuando descubra que los noghri ya no están a su servicio, le
asesinaré.
Los demás noghri ofrecieron a Rukh una variación
distinta del saludo con las palmas hacia arriba: el modo noghri de decir “Hasta la vista, honorable guerrero que va a
morir por los noghri”. Rukh se estaba ofreciendo voluntario para una misión
suicida: una misión de venganza contra el Imperio que los había estado oprimiendo
desde antes de que naciera.
-Rukh, del clan Baikh’vair, saludamos tu
sacrificio. Muere con honor –gruñó Akh’laht.
-Ve con suerte, Akh’laht, del clan Kihm’bar –respondió
Rukh, alejándose.
Rukh se detuvo por un instante, y se volvió hacia
el equipo de comandos que estaba allí reunido.
-Decid a los dinastas que los errores serán
corregidos –dijo, acariciando con sus dedos la fina empuñadura de su cuchillo
de asesino-. El Gran Almirante tiene muchas cosas por las que responder. Muchas
cosas, desde luego.
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