miércoles, 18 de febrero de 2015

Clon B-2332-54


Clon B-2332-54
Eric Trautmann

El Núcleo de Fundición D de Ciudad Nube era uno de los centros de reciclaje de metal más eficientes de la ciudad; Groggin, el ugnaught al mando de este núcleo de fundición en particular, siempre velaba por ello. Cualquier cosa que pudiera ser fundida y reprocesada era arrojada al gigantesco horno que mantenía en funcionamiento día y noche. Partes de droides, ordenadores rotos, latas metálicas de comida y fragmentos de paredes, todo ello descendía por la ruidosa cinta transportadora para convertirse en metales básicos o aleaciones útiles.
Un objeto inusual en medio de la chatarra llamó la atención de la escrutadora mirada de Groggin. Acercándose al flujo de desechos que pasaba rodando junto a él, rescató con destreza el fragmento de basura que le había llamado la atención.
Con un gruñido de sorpresa, dio vueltas en sus manos al muñón cauterizado de una mano humana, que todavía seguía agarrando un extraño cilindro metálico. Comprobando el número de lote, vio que la mano procedía de los pozos de ventilación inferiores. Aparentemente, esa inusual pieza de basura había sido rescatada que mantenían libres de residuos la red de tuberías y pozos de ventilación. ¿Cómo galaxias llegó esto ahí abajo?, pensó el ugnaught. No importa. Todo lo que importa es el metal.
De vuelta a la cinta transportadora, Groggin pretendía incinerar la mano perdida y fundir el extraño cilindro de metal. Entonces, escuchó un extraño siseo metálico tras él. Dándose la vuelta, el ugnaught bajito y regordete observó con la figura negra de dos metros de alto y con capa que se encontraba en la puerta. La amenazante figura hizo un gesto a Groggin.
-La mano. Dámela –solicitó el gigante acorazado, con voz que resonó por toda la sala.
Groggin, completamente ignorante de los asuntos galácticos, no se dio cuenta de con quién estaba hablando. Inmediatamente pidió 2.000 créditos.
-Tengo que cubrir gastos, viejo –gruñó-. Aunque tengo el presentimiento de que podemos llegar a un acuerdo. El metal de ese casco podría ser útil. No valdrá mucho, pero aún...
Lord Darth Vader, no acostumbrado a una falta de respeto tan flagrante, quedó momentáneamente sorprendido, pero sólo por un instante.
-Me darás la mano. Y el sable de luz. Ahora –gruñó con tono amenazante, enfatizando la grave amenaza implícita en cada palabra.
-Un momento, veamos... -comenzó a decir Groggin, pero su voz se apagó en un jadeo ahogado. Con un gesto de la mano enguantada de Vader, la mano amputada, sosteniendo aún el sable de luz desactivado, flotó hasta el Señor Oscuro de los Sith.
Los demás ugnaughts de la sala inmediatamente comenzaron a acercarse como un enjambre a su líder, tratando de averiguar la causa de su misterioso ataque de tos. El impertinente ingeniero estaba muerto antes de que pudieran llegar hasta él. Y más tarde, jurarían que –si es que era posible- el malvado Señor Oscuro estaba radiante de negro placer.
-Otro trofeo para las cámaras del Emperador –bramó Vader.
Dando la vuelta sobre sus talones, Darth Vader se marchó, dejando atrás la cámara de fundición... y a su capataz muerto.
Subiendo a bordo de su lanzadera, ordenó al piloto que despegara. Una lástima, hijo mío, pensó. Podrías haberte unido a mí, y juntos... podríamos haber destruido al Emperador y gobernado la galaxia en su lugar.
Observando el apéndice amputado que sostenía en sus manos, un súbito pensamiento cruzó la mente del Señor Oscuro. Tal vez, si tú no te conviertes, pequeño Jedi, se pueda conseguir un sustituto adecuado.
De pronto, Vader se vio obligado a caer de rodillas bajo la horriblemente poderosa voz que resonaba como feroces truenos en su cabeza. Los pilotos se esforzaron en vano en hacer caso omiso de las... molestias del Señor Oscuro.
-Sí, mi sirviente –bramó la voz en su mente, emanando pura maldad-. Ven al Monte Tantiss, inmediatamente. Me reuniré contigo allí, y hablaremos de mi nuevo trofeo.
-Sí... mi Señor –dijo Vader con un jadeo, sintiendo una helada puñalada de temor en su alma, mientras la risita burlona del Emperador aún resonaba en su mente. Su Maestro había detectado sus pensamientos sediciosos. Esa conversación sería de lo más desagradable. Realmente muy desagradable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario