viernes, 1 de agosto de 2014

Crisis de fe (y XVII)


El único altavoz restante estaba a menos de doscientos metros de los juggernauts detenidos y los tres mil quinientos Soldados que se encontraban rígidos junto a ellos. Fel los observó con cautela mientras mantenía su TIE flotando a la defensiva sobre la plataforma de apoyo, preguntándose si decidirían que debían tomar algún tipo de acción contra la lanzadera, desde la que en ese momento un par de técnicos descendían a la plataforma junto al conjunto de altavoces.
Pero no hicieron nada. Se les había ordenado atacar a los juggernauts, habían hecho eso, y ahora estaban esperando más instrucciones.
-Paciencia –murmuró Fel.
Hubo movimiento junto a la escotilla destrozada de uno de los juggernauts, y dos de los Elegidos de Nuso Esva salieron al exterior, con sus ojos amarillos brillando bajo la luz del sol. Uno de ellos señaló a Fel, y alzaron sus blásters.
Fel acabó con ambos de un solo disparo. Una vez más, los Soldados quesoth no hicieron nada.
Fel echo un rápido vistazo a las escotillas del resto de los juggernauts, y luego realizó otro escaneo de la zona para asegurarse de que no había más de los Elegidos supervivientes lanzándose al ataque. Tal y como Thrawn había ordenado, había dejado intacto este altavoz en concreto, limitándose a cortar los cables de control, energía y comunicaciones que llegaban a él. Eso significaba que los técnicos no sólo tendrían que instalar el mensaje especial en Lenguaje de los Soldados que Thrawn había preparado, sino que también tendrían que derivar energía desde los generadores de la lanzadera.
Con las tropas de as alto de Sanjin luchando todavía por sobrevivir contra su propia masa de Soldados, Fel esperó que los técnicos se dieran prisa.
A dos calles de distancia, otros dos Elegidos más se acercaban con cautela. Fel hizo girar su TIE unos grados en esa dirección y esperó a que salieran al descubierto.
Y entonces, se pronto, los altavoces cobraron vida tras él, llenando el aire con un volumen e intensidad que podía sentir a través de la parte inferior del casco de su TIE mientras el mensaje de Thrawn sonaba atronador por esa parte de la ciudad. El mensaje acabó y comenzó a repetirse.
Por un momento no ocurrió nada. Fel contuvo el aliento...
Y entonces, todos a una, los Soldados junto a los juggernauts comenzaron a moverse. Fluyendo sobre el terreno, más parecidos a un fluido oscuro que a un conjunto de seres individuales, ascendieron por la colina hacia el palacio.

***

Una vez más, los Soldados se habían abierto paso hacia las ventanas de la casa, y Sanjin y los soldados de asalto restantes se habían retirado a una de las habitaciones interiores para realizar su última resistencia, cuando Lhagva escuchó el débil sonido de los altavoces por encima del ruido de los disparos bláster y los golpes de mazas y espadas. Frunció el ceño, sorprendido ante el extraño mensaje... Y entonces, sin una sola palabra, los Soldados bajaron las armas. Dándose la vuelta, se marcharon rápidamente a través de las puertas y los agujeros que habían abierto a golpes en los muros, dirigiéndose a la ciudad.
Dejando a los soldados de asalto jadeando en medio de una habitación vacía.
Sanjin fue el primero en encontrar su voz.
-¿Qué demonios ha sido eso? –preguntó.
Con un esfuerzo, Lhagva consiguió llevar algo de humedad a su boca seca por el combate.
-¿No ha escuchado el altavoz, verdad?
-No, creo que una maza me estaba martilleando en ese momento –dijo Sanjin, frotándose cuidadosamente y en vano el costado de su casco-. Estas cosas no bloquean ese tipo de golpe ni la mitad de bien de lo que me gustaría. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha rendido la Reina?
-No lo creo –dijo Lhagva-. Parecía algo preparado por Thrawn.
-Creía que no se podía falsificar el Lenguaje de los Soldados –dijo uno de los otros mientras se arrodillaba junto a un soldado de asalto caído, con su botiquín de campaña en la mano.
-No lo ha hecho –dijo Lhagva-. Parecía ser simplemente una grabación sin editar, obtenida directamente de boca de la Reina.
-¿Y qué decía? –preguntó Sanjin.
-Cruzad las puertas de la Morada –tradujo Lhagva -. Rodead y proteged a los Huéspedes.
-¿Pero eso no es una orden para que los Soldados protejan a Nuso Esva? –protestó uno de los soldados de asalto-. ¿Cómo nos va a ayudar eso?
-Porque –dijo Sanjin, y Lhagva pudo imaginarse la sonrisa oculta por su casco- Nuso Esva lo ignora.

***

Nuso Esva todavía estaba apuntando con su arma a la Reina cuando uno de los otros cabello tormentoso dijo algo en su extraño lenguaje. Nuso Esva ladró algo en respuesta y dio un paso adelante.
-¿Qué les ha dicho? –preguntó-. ¿Qué órdenes ha dado a sus Soldados?
-No he dado ninguna orden –dijo la Reina-. No puedo dar ninguna...
-¡No me mienta! –bramó Nuso Esva, dando otro paso adelante-. Se ha dado una orden. Usted es la única que puede dar tales órdenes. –Dio otro paso hacia ella-. Y ahora todos están viniendo hacia aquí –continuó, bajando súbitamente el tono de su voz-. ¿Por qué están viniendo, Reina de los Rojos?
-No lo sé –dijo la Reina-. Cando lleguen, les preguntaré.
Nuso Esva soltó un bufido.
-No. No lo hará.
Abruptamente, su arma escupió un destello de fuego, y la Reina se desplomó hacia delante sin emitir ningún sonido.
Muerta.
Trevik se quedó boquiabierto, con el cuerpo tenso mientras miraba incrédulo y horrorizado la figura sin vida de la Reina. Ese no era el modo en que morían las Reinas de Quethold. Ese nunca había sido el modo en el que morían las Reinas. Tenuemente, a través del zumbido de la sangre que cruzaba rugiendo sus oídos y su cerebro, escuchó el sonido de más fuego bláster.
-Tú. Traidor.
Trevik giró su rostro. Nuso Esva le estaba mirando, con su arma apuntando directamente al rostro de Trevik.
Y sólo entonces se dio cuenta de que había cuerpos de quesoth muertos por todo su alrededor. Los Obreros, Borosiv de los Circúleos de los Primeros de los Rojos... todos ellos estaban muertos.
Todos ellos habían sido asesinados.
-Vas a llevar a Thrawn un mensaje de mi parte –dijo Nuso Esva, con voz lúgubre y desafiante.
Y pese a todo, bajo la determinación del señor de la guerra alienígena, de algún modo Trevik podía sentir un punto de amarga melancolía. Había cuatro mil Soldados avanzando hacia el palacio, y sabía que su propia muerte avanzaba con ellos.
-Dile a Thrawn que puede que piense que ha ganado –continuó Nuso Esva-. Pero con mi muerte, la suya no estará lejos. Mis seguidores siguen estando ahí fuera, y son mucho más numerosos de lo que jamás podría imaginar. No importa dónde vaya, no importa dónde trate de ocultarse, le encontrarán. Le dirás eso.
Con un esfuerzo supremo, Trevik hizo que las palabras salieran de su boca.
-Se lo diré –prometió.
Por un instante, Nuso Esva se quedó inmóvil. Luego, finalmente, bajó su arma.
-Ve –ordenó.
Trevik estaba en el límite de los terrenos de palacio, abriéndose paso entre las líneas de los Soldados que llegaban, cuando los cabello tormentoso abrieron fuego detrás de él.
Había llegado junto al grupo de humanos con armaduras blancas que aguardaba, cuando los disparos de los cabello tormentoso llegaron a un abrupto final.

***

Parck levantó la mirada del informe.
-Así que se acabó –dijo.
-Se acabó –confirmó Thrawn-. Uno de los cuerpos de la Morada de los Huéspedes ha sido definitivamente identificado como el suyo.
Parck asintió, sintiendo que un extraño cansancio le invadía. Después de diez años de combate esporádico, huidas por los pelos, y victorias improbables por las Regiones Desconocidas, el señor de la guerra finalmente estaba muerto por fin.
-¿Y ahora qué? –preguntó, dejando a un lado la tableta de datos.
Thrawn se encogió ligeramente de hombros.
-Hay poco que podamos hacer por los quesoth salvo ayudar en la reparación de los daños a la Ciudad Roja –dijo-. Pero seguramente les irá bien. Históricamente, ha habido varios casos en los que las Reinas han muerto prematuramente. A veces eso induce que la siguiente Reina se despierte antes de lo previsto; a veces la ciudad afectada tiene que arreglárselas por sí sola hasta que llega el momento habitual del alzamiento. Pero sean cuales sean los esfuerzos que la Ciudad Roja deba soportar en adelante, el pueblo de Quethold sobrevivirá. Eso es lo importante.
-Sí –convino Parck con un escalofrío. Especialmente teniendo en cuenta lo que ese Midli, Trevik les había contado acerca de los planes de Nuso Esva para el planeta. Podía haberlo destruido todo, e incluso haber quedado libre para expandir más de su veneno por las Regiones Desconocidas.
Pero no lo había hecho. Estaba muerto, y realmente se había acabado.
-En realidad, Almirante, estaba preguntándome a dónde íbamos a ir ahora –dijo.
-Usted y el Amonestador se dirigirán de vuelta al Triángulo del Caos para comenzar a limpiar el legado que Nuso Esva ha dejado atrás –dijo Thrawn-. En cuanto a mí, ahora finalmente puedo dirigir mi atención a un problema aún más apremiante que Nuso Esva. Como por ejemplo la restauración del Imperio.
Parck hizo una mueca. Thrawn sólo había regresado ocasionalmente al espacio imperial desde la muerte de Palpatine. Esos viajes habitualmente habían sido breves, siempre envueltos en secretismo, e invariablemente habían dejado al gran almirante frustrado por el creciente desorden que allí reinaba. Entre la incompetencia de sus propios líderes y la firme presión militar de la Nueva República, el Imperio había encogido a apenas una cuarta parte del tamaño que había alcanzado bajo el gobierno de Palpatine.
-Puede que tenga problemas para convencerles de que acepten su ayuda –advirtió-. Algunas de sus experiencias recientes con grandes almirantes no han sido demasiado positivas.
-Hay una persona con la que puedo contactar –le aseguró Thrawn-. El capitán Gilad Pellaeon, actualmente al mando del SDI Quimera. Ya he trabajado con él antes, cuando Nuso Esva realizó su única incursión en espacio imperial.
-Sí, lo recuerdo –dijo Parck seriamente-. Sector Candoras. También recuerdo que fue poco después de eso cuando Nuso Esva lanzó la campaña de Braccio y casi terminó destruyendo media docena de especies.
-Sus recuerdos son correctos –dijo Thrawn, frunciendo ligeramente el ceño-. ¿Qué quiere decir con eso?
-Que Nuso Esva era un hijo de gusano espacial vengativo –dijo Parck-. No espero que sus seguidores lo sean menos. Puede que no sea un buen momento para que usted regrese a la política imperial.
Thrawn meneó la cabeza.
-No se preocupe, capitán. Los posibles seguidores que Nuso Esva haya dejado son pocos y dispersos. Sin su liderazgo, se escabullirán de vuelta a las sombras a las que pertenecen.
-Tal vez –dijo Parck-. Pese a todo, puede que no sea mala idea que tome algunas precauciones adicionales ahí fuera.
-Su preocupación es conmovedora –dijo Thrawn-. Pero le repito que no tiene por qué preocuparse. El capitán Pellaeon es un comandante competente, y ha hecho del Quimera una de las mejores naves de guerra de la flota.
-Lo que quería decir...
-Y también he tomado medidas para hacer que un guardaespaldas me acompañe cuando regrese al Imperio –continuó Thrawn-. Sea cual sea la venganza que Nuso Esva hubiera planeado, o que pensara haber planeado, nunca me alcanzará.
-Espero que no. –Parck respiró profundamente. Seguía sin gustarle la idea, pero era demasiado listo como para discutir con Thrawn cuando este había tomado una decisión-. Con su permiso, almirante, iré a comenzar los preparativos para contactar con el capitán Pellaeon y devolverle al Imperio. –Sonrió ligeramente-. A su Imperio.
-Gracias, capitán –dijo Thrawn en voz baja-. Y no muestre ese aspecto tan abatido. Esto no es sólo el fin de Nuso Esva. –Sonrió ligeramente-. También es el principio. El principio de la victoria.

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