En
la tenue luz que bañaba el centro táctico terrestre del Amonestador, una segunda pantalla brilló con fuerza inusual y luego
quedó a oscuras.
-El
Juggernaut Uno ha sido alcanzado –informó el general Tasse-. Hemos perdido la
cámara; datos telemétricos: aún se mueve, pero con dificultad. Otro impacto
como ese y caerá al barro tan muerto como el Juggernaut Nueve.
-Recibido
–dijo Thrawn.
Parck
lanzó una furtiva mirada de soslayo al almirante. Thrawn estaba de pie frente
al panel táctico, barriendo metódicamente con los ojos la miríada de pantallas
e informes de estado. A juzgar por todas las apariencias, parecía tan calmado
como siempre.
Pero
Parck sabía que eso no era así. La campaña del gran almirante contra el señor
de la guerra Nuso Esva había sido larga y sangrienta, un camino pavimentado de
traición y destrucción, nuevos aliados y genocidio frustrado a duras penas.
Ahora, después de tanto tiempo, el final de Nuso Esva por fin estaba a la
vista.
Al
menos, todos los indicadores apuntaban en esa dirección. El otrora orgulloso
conquistador estaba atrapado en Quethold, con recursos limitados, no más de una
treintena de sus más leales seguidores, y sólo una única nave de tamaño medio
enterrada y con difícil acceso en una de las minas al norte de la Ciudad Roja.
Los restos de lo que fue su poderosa flota de batalla estaban dispersos a lo
largo de probablemente un millón de años luz cúbicos de espacio, donde, casi
con seguridad, se marchitarían y morirían una vez que Nuso Esva ya no estuviera
allí para dirigirlos.
Y
aun así...
Parck
recorrió de nuevo el panel táctico con la mirada. Preocupado por el flujo de
informes de los exploradores que buscaban las naves restantes de Nuso Esva,
había visto algo que no encajaba con los datos del plan de ataque a la Ciudad
Roja. Sin duda había algunas piezas del plan de Thrawn que él no conocía.
Pero
mientras miraba la confusión que se reflejaba en los paneles, pudo percibir una
incómoda sensación comenzando a palpitar entre sus hombros.
El
Amonestador tenía seis escuadrones de
TIEs a bordo, y aun así Thrawn había optado por desplegar sólo tres de ellos.
Tenía más de tres mil soldados disponibles, incluso sin contar las fuerzas
aliadas, y pese a ello había enviado sólo tres escuadras de soldados de asalto
contra los Soldados de la Ciudad Roja. La hilera de juggernauts que estaba
siendo ahora fuertemente atacada era una apuesta aún más arriesgada.
Y
el enlace Nyama había estado en lo cierto acerca del número de Soldados que
Nuso Esva tenía disponibles. Los observadores y los sensores estaban
registrando al menos cuatro mil de ellos, dos mil a lo largo de la ruta de los
juggernauts, unos pocos cientos atacando a las escuadras de soldados de asalto,
y el resto dispuesto en una línea defensiva entre el palacio y los transportes.
¿Cómo podría Thrawn haber subestimado tanto las fuerzas de su oponente?
¿O
no lo había hecho? ¿No podría ser que esta larga y fatigosa guerra contra Nuso
Esva hubiera desgastado hasta tal punto la prudencia táctica del gran almirante
que estaba determinado a vencer a su enemigo con la mínima fuerza posible?
¿Se
había convertido este asunto en algo personal?
Ese
pensamiento lanzó un nuevo escalofrío por la espalda de Parck. Cuatro años atrás,
el Emperador Palpatine había viajado a Endor ardiendo en odio hacia la Alianza
Rebelde. Cuatro años antes de eso, el gran moff Tarkin había convertido de
forma similar el ataque a Yavin en un asunto de venganza personal.
Ambos
hombres habían muerto en las escenas de sus esperados triunfos, habiéndoseles
escapado de entre los dedos sus victorias seguras. La Alianza Rebelde había
sobrevivido, y había conseguido convertir gran parte de su Imperio en la
llamada Nueva República.
Parck
siempre había asumido que Thrawn era demasiado listo como para dejar que las
emociones nublasen su juicio militar. ¿Podría haber estado equivocado?
-Paciencia,
capitán.
Parck
salió de pronto de sus pensamientos.
-¿Disculpe,
almirante? –preguntó con cautela.
-Está
usted preocupado –dijo Thrawn, con voz lo bastante baja para asegurarse de que
sus palabras sólo eran escuchadas por el capitán superior-. Preocupado por la operación...
–Miró de soslayo a Parck-... y por extensión, preocupado por mí. Pero observe.
Señaló
una de las imágenes de la ciudad en la pantalla táctica. Dispersos entre los
brillantes puntos rojos que marcaban las posiciones de los cañones láser de
Nuso Esva y los atenuados puntos amarillos de los generadores de paraguas de
escudo, había una docena de brillantes luces azules.
-Los
altavoces de la Reina –dijo, identificándolos-. Los sensores de los TIEs, los
juggernauts y los armazones-A de los soldados de asalto están todos a la
escucha del reconocible sonido del Lenguaje de Soldado. Cada orden que da a sus
tropas nos lleva más cerca de nuestro avance final.
-Sí,
señor –dijo Parck, tratando de eliminar la duda de su voz.
Aparentemente,
no había sido capaz de eliminarla toda.
-Paciencia,
capitán –dijo Thrawn con una tenue sonrisa-. Paciencia.
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